Podremos perder una batalla pero no implica que hayamos perdido la guerra. David Vicente sabía que lo estaban persiguiendo por su ideología política en los años oscuros de la última dictadura argentina que ya había comenzado a dejar sus sombras de militantes chupados y desaparecidos. El personaje que encarnaba Ricardo Darín con su mujer de ficción Cecilia Roth, decide aconsejar a su hijo para que encuentre un lugar seguro en el que pueda refugiarse y sobrevivir. Fanáticos de los juegos bélicos, y como si siguiera el manual de instrucciones del TEG, de manera conmovedora, le da una instrucción a Harry, el niño mayor de solo 10 años. Debía esconderse en un país en el que jamás lo iban a encontrar: Kamchatka, que le da título al filme dirigido por Marcelo Piñeyro estrenado en 2002, una época en la que emergíamos de la debacle que nos había hundido en la desesperanza, porque acorralados, y dando batalla con cacerolas, nos habían robado desde la ilusión hasta los ahorros bancarios. Era esa etapa en la que habían resonado los gritos a coro de “Que se vayan todos”, para que no se aleje ni uno solo. 5 años más atrás en el tiempo, en el siglo pasado, el italiano Roberto Benigni se cargaba al hombro una de las historias más duras, reencarnando el Holocausto nazi. Capturado con su familia sabía que tendría el peor final en un campo de concentración a manos de las tropas de Hitler. Pero Güido y Dora jamás se permitirían abortarle la felicidad al fruto del amor de la pareja, el pequeño Giosué, al que con mentiras piadosas, le hablaban de un juego que debían actuar porque cada acción sumaba puntos y quien gane se llevaría como premio… un tanque de guerra. Tanta inocencia nos envuelve de ternura hasta las lágrimas. El TEG en “Kamchatka”. El juego por el tanque en la multi-premiada “La Vida es Bella”. Cuánto más bella sería la vida si no existieran las confrontaciones, peleas, combates, batallas, contiendas, persecuciones. En definitiva, si no existieran las guerras. De fondo, Víctor Heredia, que viene de celebrar 72 de vida, hace referencia a los años de plomo, y a ese espíritu bélico que a muchos se les despierta de chicos, inculcado por sus padres o su entorno familiar, o absorbido por la sociedad y su influencia virtual, digital, que invade como un ejército un sentido de agresión y violencia permanentes.