Terminado el recuento de votos de la primera vuelta en la elección presidencial de Chile, el hartazgo de la sociedad de las opciones tradicionales se materializó de dos formas: un final cabeza a cabeza entre los dos primeros candidatos, pero además, cinco postulantes por debajo de los 30 puntos y por encima de los 10 puntos.

De modo que el primer dato es la atomización. Ahora bien, de ella, lo que surge es la derrota de las opciones tradicionales, frente a dos alternativas de extremos totalmente opuestos, Jose Kast, de derecha, apenas ganador con 28% de los sufragios y Gabriel Boric, de izquierda radicalizada, con 24%, dejando fuera de carrera a las coaliciones moderadas que se alternaron en el poder desde la recuperación democrática en 1989.

¿Porque ocurre esto? ¿Como podemos relacionarlo con Argentina?. Bueno en primer lugar, ocurre por el fracaso de las coaliciones tradicionales para resolver los problemas de la gente, el hastío y las explosiones sociales violentas que ha vivido Chile en los últimos tiempos, estos cambios están precedidos siempre, por una fuerte convulsión social, de otro modo no son posibles.

Respecto de Argentina, el desarrollo político no es parelelo, porque esta signado por el momento en que se recuperó la democracia en cada uno de los países. De este lado de la Cordillera, la democracia volvió en el '83, seis años antes que en Chile y la mecánica política replicó el esquema predictadura: dos partidos fuertes se dividieron el poder casi por mitades, pese al contundente triunfo radical bajo el liderazgo de Raúl Alfonsín, un dirigente que si bien empezaba a exhibir calidades de este siglo, mantenía la impronta del liderazgo personalista del siglo XX. El peronismo del '83, era mas o menos el mismo, que el de antes del golpe, con el lógico predominio de la derecha conservadora cercana a los dictadores, que había logrado el exterminio de la izquierda revolucionaria del mismo partido a manos de los genocidas.

Chile regresó a la vida democrática mucho mas cerca del fin del siglo, y la política chilena elaboró un sistema de alianzas desde el principio. Los partidos se coaligaron desde el inicio de la nueva democracia en opciones socialdemócrata o conservadora moderada, con alianzas de partidos con ideas similares. Esta lógica que vemos hoy en la Argentina, con un Frente de Todos que no podría ganar una elección si no compone una alianza y un Juntos que tampoco podría hacerlo si se atomizase, es el esquema que gobernó Chile desde la recuperación democrática.

El retraso en recuperar la democracia, aceleró en Chile un fenómeno que la Argentina asentó recién 2015, con el triunfo de Juntos. 

Por ese motivo, el desgaste, la caída, el rechazo a esas alianzas, la búsqueda de alternativas distintas a la vista del fracaso, también se produce antes en Chile que en Argentina.

El crecimiento de la izquierda en nuestro país en las recientes elecciones legislativas y la aparición con portencia electoral de los libertarios, es el principio de un proceso similar al de Chile, que además es de uso también en Europa.

Javier Milei, y especialmente José Luis Espert, son muy parecidos a José Kast y Myriam Bregman y Nicolás del Caño tienen similitudes con Gabriel Boric. 

Es cierto, no acumulan votos a nivel nacional como para ser competitivos en una presidencial, todavía. Y dependerá de la eficiencia de las alianzas tradicionales, el FdT y Juntos, para administrar la crisis que ellos mismos crearon, que esto llegue a ocurrir. La crisis social, está a la vuelta de la esquina y la situación de Chile podría replicarse aquí en no tanto tiempo.