Hay que reconocer que el ex presidente Mauricio Macri no es el único. Desde que se instauró el sistema de primarias en 2009, la política le escapa a la selección de candidatos por esa democrática vía, todos los partidos lo hacen y el PRO no es la excepción.

El peronismo tiene institucionalizado el "dedazo", los dirigentes con mayor peso político definen las candidaturas y se acabó el tema. No obstante ha habido excepciones en muchos casos. 

Lo notorio del PRO es que nació como el partido de la modernidad, basado en el republicanismo y con discurso extremadamente democrático, pero el funcionamiento interno del partido, en realidad nunca lo fue.

La mecánica de quienes manejaban la estructura partidaria siempre fue la misma. Donde hay un opositor interno que quiere dar pelea, primero se lo trata de convencer, si no se puede se lo presiona, y sino, se interviene el partido en el distrito que sea y los candidatos los pone el interventor.

Las palabras de Macri pidiéndoles a sus dirigentes que "eviten las primarias" no son una novedad, ni una estrategia política para la coyuntura, son un modus operandi.

La única primaria seria que celebró el PRO alguna vez, fue la elección que eligió al sucesor de Macri en la Jefatura de Gobierno porteña, cuando, postulado ya a presidente, Horacio Rodríguez Larreta debió enfrentar a Gabriela Michetti.

Se hizo todo para "bajar" a Gabriela y cuando perdió esa primaria, se castigó con una suerte de exilio a los dirigentes que la habían acompañado.

La Coalición Cívica, el partido que también integra Juntos por el Cambio y lidera Elisa Carrió es muy similar. Allí las decisiones las toma una sola persona y el resto acata, nada de internas. De los partidos que integran la alianza opositora, los únicos que se mueven como peces en el agua en cualquier sistema que incluya internas, son los radicales.

Macri, el peronismo y todos aquellos que desprecian las primarias, tienen una motivación evidente. En este tipo de contiendas, los fondos estatales para campaña electoral y los minutos en radio y televisión para publicidad electoral, los distribuye el Estado, y deben repartirse en partes iguales entre las listas participantes.

El riesgo de que alguien que no obedezca la manu militari de los popes del partido, se lance a competirles y les gane, es inmenso e inaceptable. El riesgo de la democracia, siempre es demasiado grande.