Apenas arrancó la semana, Alejandra Canosa intuyó que conversar con Costa sería un planazo y fue mucho más que eso. En el perfil de Instagram se lee clarito: “Artista, y yo qué sé que más”. Sin embargo, es y ha sido tantas cosas que apenas empieza a contar su historia de vida no dan ganas de interrumpirla porque a todo, inclusive a lo no tan grato, ella le pone encanto, y hasta lo más duro lo cuenta con humor.

En una época, Costa vendía relojes y encendedores, trabajó en una distribuidora en Villa del Parque, después en una casa de hamburguesas, vendió libros, laburó en un call center… en fin, había que llevar el mango a casa y sobrevivir.

"Mi mayor triunfo es hacer lo que tengo ganas, más allá de la fama y la popularidad"

-Hablemos de tu infancia. ¿Cómo te criaron?

Tuve una infancia solitaria, pero muy feliz, con un mundo interior muy valioso. Nunca fui muy para afuera, por lo general amaba mis juegos, mis cosas, ya de muy chiquita sabía lo que quería “ser” y nunca tuve ningún trauma. Sabía perfectamente que me llamaba Gonzalo, pero también que quería ser una nena y me gustaban todas las cosas con las que ellas jugaban. Cuando iba al jardín me encantaba ponerme el pintorcito porque para mí era como un vestido. Eran otras formas de ver la sexualidad, la infancia, pero en mi casa no era un problema. Obvio que en el afuera era muy difícil explicar en los años 80 que un nene quería ser una nena y que tenía un universo completamente femenino. Ya pasaron cuarenta años y hoy puedo ver las cosas desde otro lugar, hago la meditación del niño interior, que sería algo así como que vos convocás a una imagen tuya, de cuando eras pequeño y abrazás a ese nene-nena y le decís que no tenga miedo porque va a ser muy feliz.

-Sé que sos muy creyente. ¿Cuándo surge esa devoción por los santos?

-Siempre fui muy creyente porque mi abuela era muy cristiana; no era católica, pero sí muy creyente en Dios. Yo siempre fui muy aplicada en eso, me gustaban las historias, leer la Biblia, ir a misa. Hasta en eso soy como una rara avis, porque si te ponés a ver las cosas que dice o ha dicho la Iglesia sobre nosotras, son muy fuertes. Recuerdo que una vez visitando a la virgen de Lourdes, el párroco me dijo: “Lo único que Dios quiere para vos es que seas feliz”. Esas palabras sirvieron bastante y tengo una relación muy cercana con mis santos queridos. Con el tiempo tuve una operación muy grande que se complicó, y ahí me di cuenta de que si no hubiera sido por la fe, nada me hubiese sostenido.

-¿Qué sentiste cuando te convocaron para formar parte de una comedia tan maravillosa como “Legalmente rubia”?

-Fue un sueño cumplido. Y ahora es un desafío enorme para mí porque es la primera vez que hago una comedia musical. Yo venía haciendo music hall, canturreaba un poquito, hacía mis chistes, mis monólogos, mis rutinas, pero ésta es la primera vez que me subo a un escenario grande a interpretar un personaje con texto de otro. Somos un elenco enorme, muchos técnicos, luces, acomodadores… somos varias familias las que vivimos de este espectáculo que se ha trasformado en un éxito y en los tiempos que corren, que la gente venga a vernos y llene la sala. es un privilegio enorme.

-Hablame de Polette, tu personaje.

-Ella es la amiga y compinche de la protagonista (Laurita Fernández), a quien nadie toma en serio, porque según ella el problema es su color de pelo rubio. Entonces recurre a mi peluquería para que la transforme en morocha. Me encanta mi personaje porque me exige cantar, estar preparada, y si en algo nos parecemos es que Polette, al igual que yo, es una mujer muy buena y, para la amiga, todo. Con Laurita tenemos una química increíble y logramos un maravilloso hecho teatral todas las noches en un escenario como el del Liceo, con tanta magia, historia y tanto duende. Yo me subo al escenario cada noche como si fuera a dar una misa y hay que estar preparada para eso y estoy muy, muy feliz.

"Mi mayor triunfo es hacer lo que tengo ganas, más allá de la fama y la popularidad"

La cartelera porteña sigue sumando títulos increíbles y basta con detenerse en la esquina de Rivadavia y Paraná para ver una fila larguísima de gente sacando entradas para ver “Legalmente rubia”, una de las obras más destacadas, y ubicada en un lugar bien porteño, en el que artistas de primera clase han dejado su huella. Y está basada en el best seller de Amanda Brown y en la película que protagonizó Reese Witherspoon, nominada al Globo de Oro. Elle Woods, la protagonista interpretada por Laurita Fernández, es una joven que viste siempre de color rosa y aparentemente lo tiene todo. Aunque obsesionada con reconquistar a su novio, decide ir a estudiar a la Facultad de Derecho de Harvard, para estar a su altura. Pero su vida da un giro de 180 grados cuando su amado decide hacer carrera en el mundo de la política y necesita una novia menos rubia. La obra, que entre otras cosas habla de los prejuicios, tiene un elenco notable de artistas, entre los que figuran Federico Salles, Mario Pasik, Santi Ramundo e Ivanna Rossi, entre otros, dirigidos por Ariel Del Mastro y Marcelo Caballero.

-Si hay algo que destaco de vos son la frescura y la naturalidad con la que encarás todos los temas apelando al sentido común, sin faltarle el respeto a nadie. Ya sabemos que sos una gran artista, pero la pregunta es ¿quién sos?

-Uy, hablar de mí… No lo hago habitualmente, pero dale. Yo nací en la provincia de Córdoba allá por los 80 y me vine a Buenos Aires a los 17 años para trabajar en la noche porteña, en los pubs, en las discos, en los cabarets. Durante muchos años hice el “under”, hasta que una gran noche salí de ahí para empezar a trabajar en los teatros.

-¿Qué te define?

-La palabra “artista” me define. Siento que nací para eso y el destino me confirmó que por ahora voy muy bien y tengo muy claro que lo más difícil de esta carrera es mantenerse.

-Estás con varias actividades.

-Hago radio y tele todos los días y de miércoles a domingos tengo funciones de teatro. Podrán decir que les gusta o no lo que hago, pero difícilmente puedan decir que no soy una laburante de la profesión. Hice todo lo que había que hacer: fui vestidora, hice el seguidor de las luces, puse música, fui asistente llevando bolsos…

-¿De dónde surge “Costa, la contadora”?

-Ya desde chica contaba historias y eso surgió a partir de mi abuela; entonces, cuando cuento las historias digo que las está contando ella y les pongo IVA. Me decían que inventaba… entonces, entre cuento y cuentera, surgió “contadora” y cuando empecé a trabajar en los teatros siempre surgía un momento para contar una historia, una anécdota. Después, cuando arranqué a trabajar en la radio, yo llevaba comida y Lizy Tagliani me cargaba y me decía: contate una historia así nosotros comemos tranquilos. Uno de los productores habló con el director de la radio y ahí armaron dos episodios web que se llaman “Costa: la contadora”, donde aparezco contando una linda historia de tres o cuatro minutos. Un ciclo que me dio muchas satisfacciones y trajo público nuevo, gente que no sabía ni mi nombre y me decía: vos sos la que cuenta cuentos por internet. Y eso estuvo buenísimo.

-Es muy interesante escucharte por tu manera de ser, tu forma de encarar el relato. ¿Cuáles son tus mayores logros?

-Mirá, creo que le debo mucho a Santiago del Moro porque yo estoy para bien o para mal, completamente desexualizada, la gente me ve como una compañera, una amiga, o soy compinche. Eso es lo que agradezco, que me puedan ver alegre, feliz y exitosa, en trabajos privilegiados. Pienso que si hay alguna persona, nene o nena trans en su casa, me vea como en su propio espejo y diga “ah, pará, a esa mina le fue re bien, mi vida no va a ser oscura”. Es muy importante poner luz en esas cosas porque todavía quedan muchos dolores que mitigar para mi comunidad LGTBIQ+. Me gusta que la gente me vea como un ser pensante que también puedo hacer reír porque es por lo que luché toda la vida. Mi mayor triunfo es hacer lo que tengo ganas más allá de la fama y la popularidad.

-Alguna vez contaste que afectaba más el sobrepeso que la sexualidad. ¿Cómo fue procesar esos estados emocionales?

-Yo empecé a engordar a los cinco años y cuando me escolaricé, me di cuenta de que era muy distinta a los demás, y que a los demás nenes no les pasaban las mismas cosas. Ahí empecé a engordar y a comer por dos. En la bolsita para el jardín ponía dos alfajores, la obesidad es una enfermedad que se cursa con recaídas y la voy llevando lo mejor que puedo. Es un tratamiento de por vida, hay que elegir cómo cuidarse cada día; a veces me va bien y otras, fatal. Pero es lo que me tocó.

-¿Vos te hiciste un bypass gástrico hace algunos años?

-Sí, pero si bien es una gran opción, después es la lucha de todos los días. No sé cómo será la vida sin esta adicción. Me tocó y trato de amigarme con eso. También, reconozco que durante muchos años yo sentía que ese cuerpo enorme me protegía de muchas cosas, y yo sentía que era indestructible hasta que un día, un director de teatro me dijo que era una armadura.

-¿Qué significa la radio para vos?

-Muchas cosas. A mí me habita la radio desde que chiquita: mi papá escuchaba los partidos de fútbol; mis tías de Río Tercero se dormían con la radio portátil en la oreja y en mi caso, me permitió dejar de ser cuerpo para ser voz, pensamiento, alegría, risa. Pude reconciliarme con un montón de partes de mí, me ordenó la vida. Pensá que antes de trabajar en la radio vivía de noche, con una vida más alocada. Me levanto todos los días a las cinco de la mañana y eso me ordena si o sí. El programa es exitoso, pero dejamos todo, acompañamos a quien está yendo a trabajar, a una mamá que está llevando a su hijo al hospital… la radio te da una popularidad tan cercana a la gente, que sos como de la familia. Entonces, es un gran triunfo para mí formar parte del equipo del programa.

-¿Tenés algún miedo que te desvele?

-Yo siempre dije que no le tenía miedo a nada y a veces me tengo miedo a mí misma por haberme hecho mucho daño y trato de estar alerta por eso. Mi mayor miedo es al dolor físico y a que sufra la gente que yo quiero mucho. Siempre digo que todo lo que deseamos está detrás de nuestro miedo.

-¿Cuál es el espacio de tu casa que más habitás?

-Estoy tan poco tiempo en mi casa este año que habito mi cama o el sillón. Después, tengo mi computadora, mi espacio sagrado donde habitan mis santos. Siento que este año la casa está para dormir dos siestas: la de la noche, porque duermo poco, y otra durante el día, entre la radio y la tele o la tele y el teatro. Siempre con alegría, porque es la casa que armé como yo quería.

-¿Qué ves cuando te ves?

Veo una mina laburante, honesta, alegre y deseante. Veo el camino recorrido y pienso que se tarda en llegar y al final hay recompensa como dice la canción. No soy adicta al trabajo; sólo que disfruto de lo que hago y nadie puede decir de mí por atrás que soy traidora. Soy demasiado frontal y así de bien me ha ido. Si hubiera sido más dulce y obediente todo hubiese sido más fácil… pero no tengo ganas.

"Mi mayor triunfo es hacer lo que tengo ganas, más allá de la fama y la popularidad"

 -¿Tenés alguna cábala antes de salir al escenario?

-Lo que decimos es “mierda, mierda, mierda”. Porque antes la gente iba al teatro en carruaje y en el trayecto había bosta de caballo. Si se acumulada bosta en la puerta del teatro era porque había ido mucha gente a ver la función.  En “Legalmente Rubia” hacemos un bailecito con todo el elenco, es como una ceremonia que nos llena de energía, me pongo los zapatos con la mano izquierda al revés del resto y siempre muuuucho perfume; eso lo aprendí de chica cuando veía a los grandes artistas. Cuando uno está en el costado de la platea para salir, la gente tiene que sentir tu perfume.

-¿Cómo surgió tu primer trabajo en tv? ¿Quién te convocó?

-Primero arranqué como opinóloga, mediática y muchas veces hablando estupideces. Lo primero fue en “Cuestión de peso”, hace más o menos seis años, cuando lo conducía Fabián Doman. Y fue mi compañero de radio Bebe Sanzo quien me avisó que estaban buscando panelistas. El ciclo duró poco y al poco tiempo Santi del Moro me llamó para “Intratables” y ahí supe lo que de verdad era ser popular. Un día fui a comprar a un kiosco y un señor me dijo: “Te ví ayer en la tele y me encanta cómo pensás”. Y ahí tomé conciencia de la popularidad y fue cuando tuve mi primer contrato.

-Protagonizaste un espectáculo que se llamó "Costa Presidenta" que disfruté mucho ver.

-Se llamó “Costa Presidenta” porque yo quería que en mi gobierno todo se dijera con “A” y fíjate que ahora sacaron hasta el idioma inclusivo de los organismos oficiales. Era una fábula sobre un malvado que quería ser más poderoso de lo que era a través de la política y entonces me agarraba a mí, actriz, y me daban el poder.

-Hablando de Presidentes, ¿qué opinás de Javier Milei?

-Me sorprende el apoyo que tiene el Presidente, tiene una imagen muy positiva y mientras tanto llegan las facturas de la luz escandalosas que mucha gente no va a poder pagar. Hay mucha gente que está siendo arrojada del sistema, pero la mayoría de la gente lo votó y yo deseo que le vaya bien porque si le va bien nos irá bien a todos. Lo que no entiendo es que no tengan en cuenta el caso por caso. Si bien hubo cosas que funcionaron mal, no somos sólo un número. Hay que tener respeto por la figura del Presidente, pero también por la gente que ya venía pasándola muy mal. Hay que estar atentos a la lucha de mi colectivo y a la gente del área de la cultura que está siendo desplazada.

-¿Con quiénes te reunirías un día cualquiera a conversar sin tiempo?

-Yo de chica quería tener una familia de artistas y la tengo, con mis artistas queridos, del under, los del “on”, mis amigos, mi gente querida. Ahora bien, si pudiera convocar gente, me encantaría armar una mesa redonda con Eva Perón y Tita Merello, una buena charla con Jorge Luis Borges, con Discepolín, con Mercedes Sosa para decirle cuánto la amaba, un vino con Horacio Guarany, Gardel… Sería una mesa muy variopinta unida por ese famoso hilo rojo y todos venimos, desde los griegos en adelante, como decía Martí, el poeta cubano: “Los artistas somos los privilegiados de la sociedad”. Los artistas de pura cepa tenemos un idioma en común, que es el del corazón, el de la emoción, el de reír con llanto, o llorar con carcajadas, como dice el poema de Garrick.

Costa agradece, sonríe una vez más, saluda a quienes la reconocen apenas sale a la calle y promete otra charla en breve. “Fue un placer, Canosa. Gracias por respetar a los artistas siempre”, se despide con sencillez.