Si las necesidades de los argentinos se convirtieran en demandas reales, y esas demandas se materializaran en soluciones por vía de un sistema político hábil, la historia de nuestra sociedad sería bien diferente.

La corrupción aparece en primer lugar en nuestra clásica nube de palabras de “principal problema”. Siempre explicamos que tiende a aparecer como síntoma cuando una sociedad está fastidiada con el sistema político, y prepara cachetazos para darle. Cuando estamos enojados nos molesta la corrupción. Cuando estamos esperanzados y enamorados, no.