Después de semanas de intensos enfrentamientos, Ucrania ha llevado a cabo una serie de ataques en el interior de Rusia, alcanzando varios puntos a cientos de kilómetros de la frontera común. Estos ataques, realizados con drones armados, han provocado incendios en importantes instalaciones energéticas y refinerías, como en la región de Smolensk, en el occidente ruso.

Uno de los blancos impactados fue la fábrica de metales de Novolipetsk, la mayor de Rusia y una de las más grandes a nivel mundial, esencial en la producción de acero y otros metales para la industria armamentística rusa. La planta está ubicada en Lípetsk, a más de 400 kilómetros de territorio ucraniano.

Según informes, Ucrania ha puesto en la mira fábricas y refinerías en ocho regiones rusas, todas de vital importancia para las tropas de Moscú. En Smolensk, por ejemplo, se logró destruir un depósito con 26.000 metros cúbicos de carburante del Ejército ruso.

Estados Unidos tiene previsto entregar a Ucrania misiles de largo alcance ATACMS, lo que ampliará su capacidad para atacar en territorio ruso. Esta ayuda militar permitirá a Ucrania, por primera vez con consistencia, atacar a los rusos en Crimea, provincia ucraniana ocupada por Rusia desde 2014.

El debate se centra en la entrega de misiles Taurus, de mayor alcance y potencia que los ATACMS. Alemania se muestra reticente a proporcionar este armamento, a pesar de la presión de otras naciones. El uso de este tipo de armamento especializado también plantea desafíos logísticos y de entrenamiento para Ucrania.

A pesar de las críticas internacionales y la preocupación por una escalada, Ucrania defiende sus acciones argumentando la necesidad de atacar las líneas logísticas rusas. La situación sigue siendo delicada, con diferentes posturas entre los países aliados y las implicaciones de un conflicto armado en la región.