Felipe de Sajonia-Coburgo juró hoy la Constitución de Bélgica, tras la abdicación de su padre, Alberto II, y se convirtió así en el nuevo jefe de Estado y en el séptimo rey de Bélgica en una ceremonia sobria marcada por la escasa presencia de delegaciones extranjeras.

"Juro observar la Constitución y las leyes del pueblo belga, mantener la independencia nacional y la integridad del territorio", dijo Felipe I en francés, neerlandés y alemán, los tres idiomas oficiales del país, informó la agencia de noticias EFE.

El solemne juramento se celebró en el Parlamento federal, con las dos cámaras reunidas, y con la presencia del gobierno en pleno, que dirige el primer ministro, el socialista Elio Di Rupo, al igual que los altos representantes de los poderes Legislativo y Judicial a nivel federal, regional y local.

A pesar de que el protocolo se cumplió y el traspaso se realizó sin problemas, el conflicto político entre la monarquía y las fuerzas independentistas del país se hizo sentir.

A la ceremonia faltaron los representantes del partido independentista flamenco Vlams Belang, y aunque sí estaban presentes los de otra formación nacionalista, el N-VA, su delegación no aplaudió al nuevo rey, y su líder, el alcalde de Amberes, Bart De Wever, no asistió, tal como había anunciado.

Otro elemento que caracterizó el traspaso real belga fue la escasa presencia extranjera.

Fue una ceremonia sobria, en la que, además del cuerpo diplomático estable que reside en el pequeño país europeo, sólo asistieron el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, y la vicepresidenta de la Eurocámara Isabelle Durant.

La entronización de Felipe I, el hijo mayor de 53 años, coincidió con el 20 aniversario del reino de su padre, Alberto II.

Felipe dedicó gran parte de su discurso ante el Parlamento a reivindicar el reinado de su padre, a quien calificó como un líder "cercano a todos, cálido y profundamente humano, atento y comprometido como jefe del Estado".

Hace dos años, la figura de Alberto II fue clave para destrabar una de las peores crisis políticas de la historia reciente de Bélgica.

Fue la presión directa y personal del entonces rey belga la que consiguió poner fin a una parálisis política, que había llevado al país a estar sin gobierno durante más de un año.

Conciente de que las tensiones políticas aún existen, Felipe asumió una mirada y un tono extremadamente serio durante todo la ceremonia de traspaso.

La única excepción la hizo cuando se dirigió a su esposa.

"Querida Matilde, desde hace años estás comprometida de todo corazón con numerosas actividades. Tienes un sentido innato para el contacto humano", le agradeció, mientras su esposa lo miraba al borde de las lágrimas, sentada entre el rey Alberto y la reina Fabiola.

Después de la jura dentro del Parlamento belga, los nuevos reyes Felipe y su esposa Matilde, y sus cuatro hijos salieron a saludar a las miles de personas que se congregaron en torno al Palacio Real, rodeados por una ciudad completamente vestida con los colores la bandera nacional: negro, amarillo y rojo.

La celebración continuó con una visita de protocolo a la tumba del soldado desconocido, en donde toda la familia real rindió homenaje, y luego recorrieron las calles de Bruselas al frente de un desfile civil y militar, que estuvo acompañado por fuegos artificiales.