Sorprendiendo a todos, Mayer llenó anoche el Luna Park y hoy hará lo mismo exhibiendo el crecimiento y evolución en su carrera musical.

Con el paso del tiempo, la música de Mayer fue evolucionando a un rock americano que mezcla el blues, el country y el folk, y deja de lado cierto pop blandengue y acusticón que aparecía en sus primeros álbumes.

Pero todo recial de Mayer tiene un componente más que interesante, una más que agradable platea femenina que llena los estadios seducidas por ese Don Juan del rock estadounidense.

Por las sábanas de Mayer han pasado figuras de Hollywood Jennifer Anniston, Jennifer Love Hewitt, Jessica Simpson, Minka Kelly y las cantantes Taylor Swift y Kate Perry.

Pero en forma paralelo Mayer se ganó el respeto de sus colegas al punto tal que es una habitué de los festivales "Crossroads" que suele organizar Eric Clapton.

Y en ese escenario, Clapton solo permite el ingreso de magos de la guitarra y Mayer lo confirmó anoche con toda su destreza, porque "Slowhand" ya lo considera un par en el terreno de las seis cuerdas.

En el redireccionamiento de su carrera, Mayer decidió seguir el camino trazado por Tom Petty, Bruce Springsteen, The Jayhawks y en especial Neil Young, al decidir bucear en los ritmos de la Norteamérica más profunda.

Pero copia a Young en su decisión de tener un sonido orgánico, valvular, con equipos antiguos, instrumentos viejos y que sus discos y conciertos tengan un claro perfume a madera.

Con mucha calma y bajo un intenso griterío femenino, Mayer emergió en el escenario y arrancó el concierto con la muy bonita "Queen of California" de su anterior disco "Born and Raised".

Lo acompañan Andrew Burton en Hammond y piano, y el maestro Doug Pettibone en guitarra, la pedal steel guitar y la lap steel guitar, que tendrán un protagonismo notable a lo largo de la noche y que tocó con Keith Richards, Steve Earle, Elvis Costello, Joan Baez, Mark Knopfler, Sting, Michelle Shocked y Vic Chesnutt.

También integran la banda el bajista Sean Hurley, el baterista Aaron Sterling, el guitarrista Zane Carney, y los coristas Carlos Ricketts Jr y Tifffany Palmer.

La banda lució a lo largo de hermosas canciones a mitad de camino entre el rock, el country y el folk como "Wildfire", mientras que la acústica "No such thing" muestra la evolución del músico porque pasa de un folkie acusticón a lo James Taylor, a un ritmo rockero-country en la que Pettibone con su pedal steel guitar embelleció toda la noche.

Tomó una vieja Stratocaster y comenzó a puntear con maestría en ritmo bien western el "olé, olé, Mayer, Mayer" que le coreaban la multitud de chicas para luego meterse en "Paper Doll" donde salda cuentas con su ex, la diva country-pop Taylor Swift.

Los Estados Unidos profundos, bien campesinos volvieron a resurgir en la balada "Waiting on the Day", donde Mayer y Pettibone le sacaron brillo a sus instrumentos con sus solos.

En "Going Down the road", Mayer se lució y demostró sus dotes de guitarrista jugando con la pedal y pelando un solo armónico y melódico que viró hasta convertirse en un blues campesino instrumental.

Para alegría de la platea femenina, Mayer quedó solo con su acústica para tocar "Your body is a Wonderland" y luego acompañado por la maestría de Pettibone hizo que el estadio coreara el clásico de Tom Petty "Free Fallin".

La segunda parte del show incluyó canciones como "Born And raised", "Half of my heart", "Trust my self" y "Heart of life", que le sirvieron a Mayer, secundado por una gran banda, para conquistar al público local y confirmar que es un artista más interesante.

Los bises fueron "Waiting on The world" y "Gravity", para cerrar un show emotivo que puso la piedra fundacional del romance de Mayer con el público argentino.