Michael Phelps quiere convertirse en el deportista más laureado de toda la historia olímpica y está a tres medallas de conseguirlo. Pero nadie puede asegurar que su ilusión sea mayor que la de centenares de atletas desconocidos para el gran público, como Benjamín Hockin, que aspira a ser el primer nadador paraguayo semifinalista olímpico, o el corredor ecuatoriano Franklin Tenorio, que quiere poner fin a su carrera acabando entre los quince mejores en maratón. Distintas metas, pero la misma alegría en caso de alcanzarlas.

“Participar en los Juegos es lo máximo a lo que un atleta puede aspirar. Una medalla también vale lo suyo, pero estar presente es ya un experiencia realmente increíble”, opina Hockin, que sabe de lo que habla porque ya compitió en Pekín 2008 con Gran Bretaña y está deseando hacerlo ahora con su “querido Paraguay”, la patria de su madre.

Para Franklin Tenorio, “el reto” siempre ha sido “estar entre los quince primeros en maratón” en los que serán sus últimos Juegos. No le faltan objetivos para el día después: “Si no he podido ser medallista olímpico, a lo mejor teniendo condiciones, ahora quiero ser dirigente deportivo y gestionar recursos económicos para que otros chicos tengan ese sustento y puedan ser los futuros medallistas olímpicos ecuatorianos”.

La clavadista mexicana Paola Espinosa, bronce en plataforma sincronizada en Pekín, vuelve a aspirar al podio, pero la madurez le ha enseñado que no le puede ir la vida en ello: “Nadie me va a quitar que soy campeona del mundo y medallista olímpica. Si llego a ser campeona olímpica lo disfrutaré mucho y seré la más feliz del mundo, pero, si no, seguiré siendo la misma Paola Espinosa de siempre”.

El problema es que el triunfo es adictivo y, quien lo saborea, siempre quiere más. Marc Gasol, campeón mundial y europeo y subcampeón olímpico con la selección española de baloncesto, daría cualquier cosa por volver a jugar la final en Londres 2012: “Llegar a la final es un sueño”, afirma. Y si vuelve a ser contra los supercampeones de la NBA, mejor. “Pero en ese momento el rival te da igual, pues vas a tener una motivación especial en todo caso”.

El cubano Dayron Robles, vigente campeón de 110 metros vallas, sabe que para el que ya tiene un oro la expectativa no puede ser otra que “revalidar títulos”. Pero no todos pueden aspirar a tanto: su compañera de equipo Yarisley Silva, pertiguista, tiene su objetivo en una cifra concreta: los 4,80 metros que quiere saltar. Están lejos del récord mundial de 5,06 de Yelena Isinbayeva, pero muy cerca del 4,75 que Silva tiene como mejor marca. Cinco centímetros que para ella separan el éxito del fracaso.

Los Juegos serán, finalmente, un acto de justicia para deportistas que, tras brillar en otras pruebas del máximo nivel, carecen aún del título olímpico. Es el caso de la ciclista colombiana Mariana Pajón, catorce veces campeona del mundo en la disciplina de BMX, que ha convertido la presión de ser favorita en “energía positiva” y está dispuesta a emplearla para hacerse con una victoria que brilla como ninguna.