La situación da vergüenza ajena. Parece un sainete triste y bizarro. La imagen es la de la presidenta Cristina Fernández y el jefe de gobierno Mauricio Macri tironeando del monumento a Cristóbal Colon, como si fuera un juguete que se disputan dos chicos. Lo van a tupacamarizar, lo van a romper en mil pedazos. Ojo que del ridículo nunca se vuelve, advirtió Perón. ¿Qué está pasando? Cristina dice que ese monumento pertenece a la Nación y lo quiere trasladar a Mar del Plata.
 
Macri dice que esa estatua es patrimonio de la Ciudad y que se queda donde está emplazada. Cada uno le tira al otro con legislación y expedientes. Pero se ha llegado al colmo con los forcejeos y empujones que casi terminan a las trompadas entre gente de la Casa Militar y los funcionarios porteños. ¿Se da cuenta de lo que estamos hablando? De que no se pueden poner de acuerdo en un tema tan sencillo. Pero las cosas pasaron a mayores, producto de la tozudez de la presidenta que no entiende razones y que se lleva por delante todas las normas vigentes y le pasa por encima a la autonomía porteña.

Está obsesionada con la idea de emplazar en ese lugar un monumento a Juana Azurduy que va a ser construído con una donación boliviana de un millón de dólares del gobierno de Evo Morales. La gran pregunta que se le debería hacer a Cristina (si permitiera que algún periodista la pregunte algo alguna vez) es porque tiene que dividir todo con la letra “o” en lugar de integrar con la letra “y” como debe hacer un estadista para consolidar la paz social. Porque tiene que ser Colón o Juan Azurduy y no puede ser Colon y Juan Azurduy. Porque esa obsesión por desintegrar y excluir lo que la democracia debe integrar e incluir. Todas las voces todas. ¿Se entiende? No quiero hacer un campeonato para ver quien es mas digno de tener su monumento. Colon ya lo tiene y es bueno que Azurduy lo tenga. No hay porque sacar a nadie. Hay lugar parta todos y para todas.

Es una locura trasladar el monumento que pesa 38 toneladas y mide 6 metros de alto. Una verdadera mole que se puede destruir en el zamarreo y que generará gastos inmensos e innecesarios que vamos a pagar todos los argentinos. Las protestas de ayer parecían imágenes del realismo mágico. Tanos queridos y pasionales entonando canzonettas emocionantes con sus banderas y panderetas. Un cartel que decía: “Colón se queda, Colón no se va”. ¿Se da cuenta? Cualquiera podría pensar que es el equipo del fútbol santafesino que se está por ir a la “B”. “Colon no se mueve”, exigía otro cartel. Tragicómico. Colon no se mueve porque es de piedra. Porque está tallado en mármol de carrara. No se mueve pero lo quieren mover.

Esto desató una guerra épica como hace el cristinismo con todos los temas. Transforma una simple discusión de consorcio en una lucha por la liberación y la revolución social. Son patéticos. Las chicanas fueron y vinieron. Parrilli dijo que Macri no cuida los monumentos, que se les caen a pedazos. Funcionarios macristas devolvieron gentilezas: pronto se van a afanar hasta el Obelisco y lo van a trasladar cerca de a las bóvedas de Lázaro en Santa Cruz. Lazaro no la descubrió pero se hizo la América. Patricia Bullrich bromeó por twitter que en cualquier momento trasladan el teatro Colón. ¿O están pensando rebautizar ese teatro y llamarlo Hugo Chavez? Si una calle lleva el nombre de Julio de Vido y casi todo fue nombrado Néstor Kirchner, todo puede ser. ¿No le parece? Esta bien que lo tomemos un poco a la chacota. Porque si no, dan ganas de llorar por tanto infantilismo y desmesura. ¿Es tan difícil entender que Colon y Azurduy pueden convivir? Que ambos son parte de nuestra historia. Que no se puede borrar todo de un plumazo.

Pobre navegante genovés que descubrió América. Pobre guerrera corajuda de nuestra independencia. Parece una telenovela de la tarde de un amor y un divorcio entre Cristóbal y Juana. Parece un chiste pero es demasiado en serio. Allí está la grúa como una gigantesca jirafa metálica, allí están las estructuras tubulares, los operarios, las cinchas y los camiones listos para ir por la ruta 2 derechito a Mar del Plata. Insisto con el tema. Da vergüenza ajena que la justicia tenga que resolver este tema. Que se haya tomado como una batalla estratégica a muerte. Que el gobierno nacional no pueda explicar tanto despropósito. Tal vez nadie se atreva a decir que estamos ante la presencia del peor de los caprichos. Del capricho de estado.