Carolina Ortega trabaja en el Congreso. Uno de estos últimos días debió salir de urgencia para asistir a su mamá, que vive en el conurbano, porque la asaltaron en su casa.

La joven pasó por un cajero y tomó un taxi en la calle. Mientras se desarrollaba el largo trayecto hasta su casa de la infancia, Carolina hizo y recibió varios llamados por denuncias y trámites pertinentes en estos casos.

Antes de bajar del vehículo, la mujer vio sus ojos en los del conductor. Lo reconoció de inmediato. Sus dudas se disiparon en poquísimos segundos cuando bajó la vista y leyó el nombre del chofer en el folio reglamentario de identificación de los taxistas, ubicado a la vista del asiento trasero.

“Probablemente él se dio cuenta antes que yo porque se lo veía nervioso, iba muy rápido y prendió un cigarrillo sin consultármelo”, describió Carolina.

“No le presté atención hasta antes de llegar a destino”, dijo.