La afirmación de que las mujeres son más chismosas que los hombres, por ejemplo, es en sí misma un chisme divulgado por los hombres para dañar al sexo opuesto y, por lo tanto, una postura machista, considera la investigadora María Angélica Galicia, de ese recinto de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Desde un punto de vista antropológico, explica la especialista, el chisme puede configurar una transacción para lograr un beneficio, como motivar la inclinación política o ideológica de la gente mediante la difamación de algún candidato, ejemplificó.

En el enfoque simbólico, el chisme logra una interacción social cerrada, local, que busca impactar en el grupo social donde es difundido, añade Galicia.

Chismear sobre alguien puede dar lugar a un conflicto que impacte en la moralidad, lo que además sirve como ejemplo colectivo de lo que se permite o no en una comunidad, describe la universitaria.

Por ejemplo, en una sociedad donde esté mal vista la poligamia femenina, se dirá que todo mundo anda con ella para constituir un ejemplo moral para el resto de las mujeres, considera.
"Todo lo prohibido es atractivo para la gente y si se tiene la intención de difamar, es un buen chisme que garantiza público", abunda la maestra en historia y etnohistoria.

Configurado con aspectos de mentira y verdad, el chismoso, quien relata el chisme elegirá qué aspecto destacar para generar audiencia, o bien la difamación o bien la verdad morbosa, que genere atracción, describe Galicia.
De acuerdo con la antropóloga existen dos tipos de chismosos, uno que ejerce el rumor motivado por la envidia, el apetito de hacer daño, y otro más profesionalizado que ha desarrollado habilidades narrativas para destacar aspectos de la información compartida de modo que genere mejores impactos entre su público.