María Elena Walsh nació en Ramos Mejía, el primer día de febrero de 1930, cuando faltaban aún siete meses para el primer golpe militar de la historia, aquel que derrocaría a Don Hipólito Yrigoyen.

Su casa era un hogar con libros y música. Allí tocaban el piano, el violonchelo y su padre cantaba.
En un vergel de letras, cuando la adolescencia llegó, ya se había animado a escribir poemas. Y muchos, tantos como para hacer un libro. 
El diario La Nación ya había publicado varios de ellos cuando apareció “Otoño imperdonable”, ese primer manojo de papeles y tinta encuadernado para regalo.
Una jovencita que se atrevía a querer bañar la luna.