Las personas se creen a sí mismas, o a otras personas similares a ellas. Ya nadie confía en quien se para en una tarima a "revelar verdades" o proclamar una ética fingida. Las autoridades, del tipo que sean, están desacreditadas, han perdido el peso específico que tenían, especialmente entre los jóvenes.

Lo cierto es que nadie puede culparlos por ello, la defraudación ha sido constante. La experiencia indica que cada gesto, cada esfuerzo o cada peso, que se ha colocado en manos de supuestas autoridades, ha terminado en lugares diferentes a aquel para el cual estaba destinado.

Asimismo, la gente tiene ahora posibilidad de comunicarse. Una persona sin pretensiones de ser un gobernante, vuelca sus opiniones en 140 carecteres, y cientos le responden, coinciden o no, pero forma parte de una comunidad donde las gentes comunes son escuchadas.

El fenómeno de Santi Maratea, el influencer que junto mas 100 millones de pesos en un día para ayudar a los bomberos de la Provincia de Corrientes es un síntoma de los tiempos que corren. El joven es un divertido hombre de redes, pero ha demostrado en algunas movidas solidarias, que es confiable. Bastó con eso. 

Todos necesitamos depositar nuestra fe, es imposible vivir mirando sobre el hombro y mantener la salud mental, pero en quien la depositamos, es lo que ha cambiado. Muy poco le costó a Maratea construir confianza, años le llevó a la política y a la dirigencia en general, destrozarla. Porque la gente trata de no pagar los impuestos pero se vuelca masivamente a darle su dinero a un influencer para ayudar en una tragedia, es algo que la política va a tener que preguntase antes de perder lo que le queda, si es que hay algo todavía.