La reina Isabel de Portugal dio a luz el 22 de abril de 1451 a un bebé que resultó una decepción para su esposo, el rey Juan II de Castilla. ¿Por qué? Porque era una niña y no un varoncito que le fuera útil a su plan.

El rey ya tenía un hijo varón, el mal llevado Enrique, fruto de su unión con María de Aragón. 
Enrique era toda una amenaza, tenía 26 años y el freno que quería imponerle su padre estaba pensado desde la llegada de un nuevo varón a la familia. 
Pero no, nació una niña, a la que llamaron Isabel.