Después de viajar durante 10 años por el espacio y recorrer 6500 millones de kilómetros, las expectativas por que la sonda Philae que se desprendió de la nave Rosetta para aterrizar en un cometa eran muy altas.

Pasadas ya 48 horas de dicho suceso, científicos de la Agencia Espacial Europea confirmaron que si bien el robot Philae logró posarse en la superficie del cometa y funciona bien, el aparato estaría posado sobre una "pendiente muy inclinada".

"Al parecer está posado sobre una pendiente muy inclinada", anunció Philippe Gaudon, jefe del proyecto Rosetta del Centro Nacional de Estudios Espaciales de Toulouse, Francia.

Con el correr de las horas, se develó que el robot, del tamaño de una heladera común, tocó el cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko en tres oportunidades antes de detenerse sobre el mismo. Es decir, que rebotó dos veces, debido a que fallaron los arpones sujetadores que debían activarse en el momento del primer contacto con la superficie del cuerpo helado.

Así, no todo salió como se esperaba: el robot rebotó en el cuerpo celeste y cayó lejos del lugar previsto originalmente por los científicos. Se temía una superficie demasiado blanda: el cometa resultó ser en cambio muy duro, actuando "como un trampolín", explicaron los científicos de la ESA.

Stephan Ulamec, responsable de la empresa aeroespacial alemana DLR que fabricó el robot, dijo a la prensa en el centro de operaciones de Darmstadt que el primer impacto hizo rebotar a Philae en el espacio para un lento salto de 1 hora y 50 minutos, antes de volver a caer en el cometa a más de un kilómetro de distancia del lugar elegido por los científicos de la ESA.

Tras ese segundo impacto, Philae efectuó un nuevo vuelo de 7 minutos y cayó en el incómodo sitio donde se encuentra actualmente, precisó Ulamec. "Quedamos a la sombra de un acantilado", explicó a la prensa el astrofísico Jean Pierre Bibring.
Esa posición presenta el inconveniente de tener escasa exposición a la luz solar, vital para que Philae sobreviva gracias a sus paneles solares más allá de las 60 horas de su batería primaria.

"Tenemos apenas 1,5 horas de luz solar en vez de las 6 o 7 horas previstas", precisó desde Colonia (Alemania) Koen Geurts, otro de los responsables de vuelo. "No es la situación que buscábamos", admitió Geurts.

En esas circunstancias y a pesar de que todo parece operar correctamente en el robot, los expertos decidieron postergar algunas de sus operaciones de observación científica.

Repleto de instrumentos de exploración, Philae carece de sistema de desplazamiento autónomo, tiene el tamaño aproximado de una heladera y pesa unos 100 kilos: no puede moverse del lugar donde cayó. La buena noticia es que, probablemente gracias a la escasa gravedad que genera el cometa, todos sus aparatos sobrevivieron a los tres impactos.

La sonda Philae, que surca el espacio a unos 66.000 kilómetros por hora a unos 500 millones de kilómetros de la Tierra, arriba del cometa, dispone de seis cámaras y tomó fotos en distintas direcciones, pero los científicos no recibieron las vistas panorámicas que esperaban del cometa. En una de ellas se ve el cielo, en otra el suelo, en otra una especie de acantilado.

Mientras tanto, a varias decenas de kilómetros de distancia, la sonda Rosetta sigue orbitando en torno al cometa y tomando fotografías del cuerpo celeste que ahora hospeda a su robot.

En las fotografías enviadas por Rosetta, los científicos identificaron el lugar donde Philae realizó el primer impacto, pero no la grieta donde se encuentra actualmente. Pero dan por descontado que podrán ubicarlo en breve gracias a los datos que envían el robot y la sonda espacial.

Los cometas son agregados de polvo y hielo primordial, escombros restantes del proceso de formación del Sistema Solar ocurrido hace 4.600 millones de años.

Por eso Philae intenta analizar directamente con sus instrumentos el núcleo del cometa y descifrar las claves para comprender cómo los planetas se formaron alrededor del Sol.