Si nos vamos a deconstruir, deconstruyámonos en serio. Abramos esa cabecita a lo que sea que se venga, en este caso los ecosexuales, personas que se manifiestan enamoradas del planeta y que dicen mantener sexo con la naturaleza. Si usted no es una creación artificial, tenga cuidado, podría recibir sexo inesperado de un ecosexual.

La "ecosexualidad" no es una parafilia, debemos comenzar aclarándolo. Los ecosexuales no se excitan sexualmente con las rocas, los prados verdes, los bosques o los árboles. Pero, los ecosexuales aman al planeta llevando su pasión al extremo del deseo carnal.

No obstante, lo que si se concretan son hechos como masturbarse entre los arbustos,  frotarse con los árboles o encontrar el placer en una roca al borde del mar mientras las olas rompen alrededor con la caída lenta de la tarde. 

Como la mayor parte de las tendencias actuales, también muchas con el sexo, la ecosexualidad nació en Estados Unidos. Lo hizo de la mano de Elizabeth Stephens & Annie Sprinkle, dos mujeres apasionadas por el arte y activistas que comenzaron siendo artistas para crear un movimiento que está trasgrediendo fronteras. Ser artistas es una parte inseparable de su faceta ecosexual: tanto Elizabeth como Annie han realizado numerosas representaciones y montajes artísticos a lo largo del mundo demostrando cómo amar a la naturaleza desde el significado más primitivo del verbo. 

Las actividades de los ecosexuales van desde hacerle el amor a la Tierra (en todas las variantes que puedas imaginar) a casarse con el planeta, defender el bienestar de la naturaleza y apoyar su defensa. No deja de ser un movimiento ecológico llevado al extremo, de ahí que las charlas, convenciones y libros sobre ecosexualidad defiendan la ecología en su máxima expresión. Un argumento completamente válido y que tendríamos que asumir en primera persona; por más que a pocos les de ganas de tener sexo con un agujero en el suelo, cada uno tendrá sus límites.