Hace exactamente siete años una multitud marchó hacia la Plaza del Congreso. No era un partido político el que convocaba, sino la sociedad civil que se movilizaba por un reclamo que nos atravesaba a todas: #NiUnaMenos. La marcha fue tan multitudinaria que no cabía un alfiler, quienes estuvimos allí no vamos a olvidar la emoción frente a las columnas de gente que se acercaba vestida con ropa de trabajo, con cochecitos y bebés en brazos, personas mayores, estudiantes, familiares de las víctimas.  

El desencadenante fue el asesinato en Rufino, Santa Fe, de Chiara Páez, una adolescente de 14 años embarazada, a quien su novio había enterrado en el patio de la casa de su abuelo. Su sonrisa de nena todavía brilla en las fotos.  Pocos días después, Marcela Ojeda, nuestra compañera de Radio Continental, ponía un grito desesperado en Twitter: “¿No vamos a levantar la voz? NOS ESTAN MATANDO”. A partir de allí comenzó la organización de la marcha.

El movimiento #NiUnaMenos puso el foco en los femicidios –mal llamados “crímenes pasionales”- y dio visibilidad masiva a desigualdades en todos los ámbitos: la política, la vida doméstica, la calle,  las relaciones laborales. Puso en cuestión una cultura que se aprende desde la infancia y sigue perpetuando  desigualdades: ¿quiénes se quedan en la cocina durante las reuniones familiares? ¿quién se ocupa de la limpieza de la casa? ¿quiénes se ocupan del cuidado de los hijos y personas mayores? ¿cuántas mujeres tienen la oportunidad de ascender en sus puestos de trabajo? ¿cuánto ganan en relación con sus compañeros? ¿se sienten seguras en los espacios públicos? ¿qué pasa con la violencia puertas adentro de las casas?  A partir de #NiUnaMenos estas cuestiones se incorporaron al debate público, para muchas fue un despertar que expuso las desigualdades, desde las más sutiles hasta las más extremas.  

Esta semana la Oficina de la Mujer de la Corte Suprema de Justicia de la Nación difundió las estadísticas de violencia de género.  En 2021 hubo murieron 251 personas por violencia de género, un femicidio cada 35 horas. Los datos son inquietantes y desnudan las fallas del sistema:  42 víctimas habían realizado una denuncia previa y 22 de ellas tenían medidas vigentes de protección al momento del hecho.

El Observatorio Marisel Zambrano de la Casa del Encuentro, el primero que ha llevado este tipo de estadísticas acaba de difundir junto con la Fundación Avon números que van desde la primera marcha hasta hoy. Durante estos siete años la cifra asciende a 2041 femicidios /trans/travesticidio, uno cada 30 horas.  2361 hijas e hijos que quedaron sin madre, de los cuales 1.518 (64%) son menores de edad).

No son números, son mujeres y personas trans con nombres y apellidos, con famiias, con historias que quedaron truncadas. Estos números tienen nombre propio: Angeles Rawson, María Soledad Morales, Natalia Melman, Nora Dalmasso, Jimena Hernández, Fabiana Gandiaga, Candela Rodríguez, Angeles Rawson, Lucía Pérez, Diana Sacayán y entre tantas otras vidas arrancadas.

Hoy como hace siete años la consigna sigue siendo la misma: #NiUnaMenos