"Sola, fané, descangayada, la vi esta madrugada salir de un cabaret", escribía el fantástico poeta Enrique Santos Discépolo en 1928, describiendo a una mujer que salía en triste estado, de un local de entretenimiento de la época, en la madrugada.

El presidente está solo. Sus aliados del Frente de Todos lo aislaron y los propios lo abandonaron. La suma de poder con la que intentó ensanchar las espaldas de su ministro de Economía predilecto, Martín Guzmán, se desvaneció cuando repentinamente, el discípulo de Joseph Stiglitz decidió abandonar su cargo y renunciar por Twitter.

Desde entonces, Alberto Fernández perdió el ancla, pasó a quedar bajo control de sus aliados, en gran parte Cristina Kirchner, y en menor medida Sergio Massa, y busca su rol dentro de la alianza de gobierno, que en definitiva podría reducirse a "usar la lapicera" para firmar lo que otros le mandan suscribir.

Hace tiempo que el presidente esta "fané". Algo así como "estropeado" en el lunfardo porteño. Un mix entre errores graves de gestión, la batalla interna, y los disparates comunicacionales que resulta difícil adjudicarle a quienes lo asesoran en la materia, cuando el presidente, solito, señala como "Garganta Profunda" al medio "Garganta Poderosa" y se transforma en el protagonista de todos los memes que circulan por las redes cotidianamente. Y esto ocurre casi todos los días. Un "presidente meme", solamente puede subsistir con una gestión exitosísima. De otro modo, no tiene destino.

Ahora, Alberto ha decidido desaparecer, quien sabe por cuanto tiempo, pero es un poco tarde. Haber percibido oportunamente sus dificultades para comunicar, sin incurrir en frases poco felices, hubiese ayudado a su imagen. Siempre es mejor hablar poco, jugar al misterio, que hablar demasiado, y tomar recurrentemente "el lamentable rumbo de los tomates", según ha escrito alguna vez en sus cuentos, Alejandro Dolina.

Descangallado implica, en el mismo lunfardo "algo o alguien ha tocado fondo y está en un punto del que es casi imposible retornar". Es posible que Alberto Fernández haya atravesado el "casi", su imagen pública, parece sin retorno.

Tal vez, esta desaparición pública y este estado de abandono a la voluntad de sus aliados, es lo mejor que ha podido pasarle. Serán los sectores electoralmente mas poderosos de la alianza de gobierno, los que decidan el rumbo de la gestión en lo que le queda y ese respaldo político-electoral, podría devolverle legitimidad, no ya a Alberto sino a la administración, al menos parcialmente, para llegar al final.

Ayer, una usina de rumores atravesó toda la política. Legisladores, periodistas, políticos de toda laya y sector, daban información y la requerían al mismo tiempo. "Che me dicen tal cosa, ¿vos que sabes?". Poco se sabía, las mas diversas fuentes proporcionaban distintos datos, todos ellos dramáticos, sobre la renuncia de uno u otro alto funcionario en forma inminente.

¿Porque ocurre esto? Simple, porque el gobierno no controla los rumores, la comunicación, los datos presuntos, salen descontrolados desde diversas fuentes, todas de la propia Casa Rosada, y no hacen mas que deslegitimar mas y mas al presidente, que parece pérdido y sin control de ninguna situación. Así: solo, fané y descangayado.