El resultado de la segunda vuelta electoral en Brasil es solamente un ejemplo, el último que pudimos presenciar. La primera vuelta, pese a los anuncios de las encuestas, tampoco mostró una victoria importante de ninguno de los contendientes, fue decididamente, un resultado ajustado, que condicionó el ballotage.

Ayer, terminó el conteo de los votos en las elecciones para definir la composición del parlamento de Dinamarca, y la coalición de centroizquierda, consiguió retener el poder, con escasísimo margen, obteniendo los escaños justos, para reelegir a Mette Frederiksen en su cargo, ni uno de más.

En Perú, las últimas elecciones mostraron a varios candidatos obteniendo entre el 15% y el 25% de los votos, y la segunda vuelta entre el actual presidente Pedro Castillo y Keiko Fujimori fue voto a voto, con una victoria de Castillo por décimas.

En las últimas elecciones en Estados Unidos, se tuvo que esperar varios días, el conteo en tres o cuatro estados clave, para definir si habían ganado Joe Biden o Donald Trump. 

En síntesis, en todos los países con sistemas electorales que establecen un mecanismo de segunda vuelta electoral, si no se produce determinada distancia entre el primero y el segundo, se termina teniendo que celebrar ese ballotage, lo que demuestra que las mayorías masivas y arradoras han dejado de existir. Y en muchos casos, esas segunda vueltas son, además, ajustadísimas, voto a voto.

Los efectos políticos de este fenómeno son diversos. Por un lado, obliga al permanente consenso, en los países donde la convivencia democrática forma parte de la cultura política histórica. Por otro, la multiplicación de los líderes de corte mesiánico y divisivo, ante la paridad, genera fuertes enfrentamientos y sociedades partidas al medio.

Crisis como la ocurrida en el Capitolio de los Estados Unidos después de las elecciones en que Biden aventajó a Trump por una décimas en un par de estados, no ocurrían desde la guerra de secesión. La simplificación mediática de adjudicarle el problema a la personalidad del millonario de profuso jopo, no es mas que eso, un tremendo reduccionismo analítico. 

Hay cuestiones sociales de fondo que requieren ser analizadas, que tienen que ver con la distribución del ingreso, el desarrollo educativo desigual y el mejor o peor acceso a las ventajas del sistema, que provocan que estos referentes violentos concentren semejante poder. y por cierto, la paridad electoral. Si Biden le hubiese sacado 10 puntos porcentuales a Trump, nada hubiese ocurrido.

La falta de respuesta de la democracia a las problemáticas de la sociedad y las enormes divisiones pasionales entre las personas, provoca el advenimiento de estos liderazgos, que además se ven confrontados con la paridad electoral. Dirimir tal paridad, cuando los ánimos están en plena efervescencia, pone a las sociedades al borde de la violencia.

Parecemos estar ingresando en una era de tiempos tumultuosos en todo el planeta. Los dolores derivados de la pandemia de Covid 19, juegan también un papel decisivo que aceleró el proceso. El regreso a las grandes guerras europeas, también. Los fenómenos sociales no se detienen hasta que se completan ciclos, y hay un nuevo ciclo que ha comenzado.