En aquella época se pintaban paredes. Y la cartelería de vía pública no estaba institucionalizada. Los jóvenes de los partidos políticos salían a pintar y a pegar carteles en las paredes. Corría el año 1983 y casi siempre, un rodado modelo Falcón sin patente, se estacionaba detrás de los militantes. Era, ciertamente, atemorizante, aunque el espíritu de los tiempos y la inconsciencia de la juventud, hacía que se sintiese cierto placer en el desafío.