El anuncio de la "guerra contra la inflación" terminó en un fiasco. El presidente Alberto Fernández suele usar frases grandilocuentes para las que luego, carece de respuesta efectiva y en el caso del proceso inflacionario, la cuestión toma ribetes mas dramáticos, porque es el fenómeno que arroja mes a mes, mas argentinos a la pobreza.

El gobierno no encuentra remedios y en este afán por navegar aguas intermedias entre el kirchnerismo, para que el gobierno no implosione, y sus ideas mas cercanas a la ortodoxia económica que lo llevaron al acuerdo con el FMI, la política económica parece no tener un rumbo.

Fernández es consciente de que su gobierno necesita un refresh y muchos le soplan al oído que es necesario un cambio de gabinete. Esos mismos, son los que dejaron tracender que el presidente está meditando tales cambios y que los mismos, serían esta semana. Otra vez, el tema se "comunicó", en este caso no formalmente, pero la información viene del círculo íntimo presidencial.

El problema es para donde va el recambio. Todo indica que Fernández no se animará a retomar el control de su gobierno, que en muchos sitiales clave, está manejando por el kirchnerismo. PAMI, Anses, Ministerio del Interior, Ministerio de Ambiente, y varios etcéteras. El presidente está convencido que no debe ser él, quien rompa con La Cámpora, que en todo caso, son los hombres de Cristina quienes deben abandonar la gestión por su propia cuenta.

Por ende, los cambios poco aportarían desde el aspecto de que el gobierno defina una línea de trabajo clara. 

Tampoco puede cambiar al jefe de Gabinete, Juan Manzur, al cabo, está recién designado y su gestión está siendo afectada por la interna del gobierno. Nadie puede achacarle al tucumano errores graves o carencia de capacidad de administración, sus manos están atadas por la propia indecisión presidencial.

Un cambio que marcaría una modificación del rumbo o, al menos, un expectativa real de búsqueda de soluciones, es el del ministro de Economía, Martín Guzmán. El discípulo de Stiglitz ha sido en realidad el "ministro de la deuda", es cierto, alcanzó el acuerdo con el FMI que era prioritario para Fernández, pero la política económica es mucho mas que eso, y en dos años y cinco meses, poco más ha hecho para resolver los problemas cotidianos de los argentinos, y está claro, no tiene idea de como detener el proceso inflacionario.

El problema es que ceder a Guzmán implicaría darle una victoria a Cristina Kirchner que el presidente no quiere conceder. Su esmero en la disputa interna, lo ata de pies y manos.

Por ende, los cambios por venir, de ocurrir, serían seguramente otra desilusión, modificaciones cosméticas sin mayor efecto que a la larga terminen degradando aun más la credibilidad presidencial. Esta semana se verá, adonde apunta Fernández, pero no parece haber demasiado que esperar.