Siempre nuestra posición en el mundo es relativa. Esta fijada en referencia a otra cosa. Uno esta a la izquierda o a la derecha de algo o alguien. Esta arriba o abajo de algo o alguien. Es alto o es bajo en comparación con otro, o con el promedio de altura del resto de los seres humanos. Siempre hay una referencia que permite la apreciación.

Sergio Massa aparece hiperactivo, genera ideas, lleva a cabo medidas, el y su equipo anuncian, proponen. Es cierto, se la están jugando, es a todo o nada y no tiene mucho tiempo. Decidió entrar a jugar un partido complicadísimo y, gane o pierda, lo está jugando.

Pero su figura dinámica crece en comparación. No solamente con el lento y avejentado ritmo del gobierno en su primero dos años y medio, es decir pre Massa, sino con la propia actualidad del presidente Alberto Fernández. El titular del Palacio de Hacienda pone en marcha planes para la contrucción, va a modificar el régimen de importaciones y busca reformular la distribución de planes sociales. Fernández viaja a La Rioja, toca un pequeño bombo junto a no más de diez personas, canta un tema autóctono.

Massa esta haciendo, puede salirle bien o mal, las medidas económicas pueden ser suficientes o insuficientes, erradas o acertadas, pero su figura crece también, porque el parámetro de comparación es Fernández.

Mientras el ministro de Economía propone un acuerdo con la oposición en el Council de las Américas y está en capacidad enumerar medidas frente a empresarios y representantes de gobiernos extranjeros, Fernández cierra un encuentro de la CELAC llamando a dar de baja los bloqueos a Cuba y Venezuela y se fotografía con ex presidentes, entrados en años.

Es difícil valorar los movimientos y medidas de Massa, sin ponerlo en relación al presidente Fernández. Resulta evidente que fue una inyección de energía para el gobierno, y también es posible que en dos meses estamos hablando de que no le fue bien, enfrenta un contexto dramático y las medidas que tome deben guardar un equilibrio complejísimo para mejorar la situación macroeconómica y la vez evitar un desborde de la paz social.

Pero incluso así, favorece su imagen quien es su contracara. Y esa no está en la oposición sino en el propio gobierno. Como todo en la vida, se juzgará por los resultados. Si aprovechó o no su oportunidad, sera valorado considerando lo que consiguió, pero su actualidad está muy reforzada por la pobre imagen que deja permenentemente el presidente Fernández.