Elisa Carrió siempre fue una bomba de tiempo, porque su capacidad de romper siempre fue superior a la de construir. Cuando se constituyó Cambiemos, con el radicalismo y el PRO, Lilita tuvo un período de paz, pero en el desarrollo del gobierno de esa coalición, muchas veces la puso en vilo con declaraciones altisonantes y destructivas.

Ahora, cuando la atención estaba centrada en la batalla interna del oficialismo y  la expectativa sobre el eventual éxito o fracaso de la "esperanza blanca" de la gestión, Sergio Massa, Carrió consiguió volver a correr el centro de atención pública a la propia interna opositora, lo que claro, solo le conviene al oficialismo.

En ese sentido, la concepción estratégica de Carrió parece al menos deficiente. Si su jugada tiende a intentar posicionarla como antisistema, para capturar los votos de los tantos ciudadanos hartos de los políticos, se equivocó: Carrió es el sistema, nadie mas creerá jamás, que no lo es, haga lo que haga, diga lo que diga.

En diversas ocasiones, las denuncias mediáticas de la líder de la Coalición Civica, están relacionadas con sus caprichos o condicionamientos políticos. Muchas veces ha conseguido lugares en las listas de candidatos para sus aldáteres, con tal de que no siga despotricando.

Respecto a si es cierto o no, lo que Carrió planteó, hay algo a considerar. Cada vez que ella misma o sus dirigentes, detectan hechos de corruptela, acuden inmediatamente a la Justicia y plantean una denuncia. Muchas veces, han tenido razón. Pero si Lilita no denuncia, solamente se pasea por los canales, es un síntoma de que sus elementos son escasos y sus objetivos no están muy relacionados con la búsqueda de justicia.