Sergio Berni es ministro de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires. Su cargo, está a disposición del gobernador del distrito, Axel Kicillof. Este último, ha dejado claro que responde a la vicepresidenta Cristina Kirchner y su hijo Máximo.

Ese es el cuadro de la situación político-institucional. Hace ya un tiempo, sin embargo, Berni declaró que abandonaba el kirchnerismo, pero no el cargo y nadie lo corrió de él, ahí sigue, ejerciendo y declarando.

Su última manifestación pública fue en referencia al presidente Alberto Fernández. "En el campo dirían, el que trajo el borracho que se lleve al borracho". El supuesto beodo, sería el titular del Poder Ejecutivo y quien lo trajo, justamente su vicepresidenta.

Berni salió a aclarar que el uso del término "borracho" era una analogía, que no se refirió específicamente a un eventual consumo adictivo de alcohol por parte del mandatario. Es preferible creerle.

Ahora, sin dudas, apuntó a quien hace mal las cosas, se muestra confundido, aturdido, desorientado, eso cree del presidente. Y también estima que quien lo trajo debería llevárselo, es decir, Cristina sería la encargada. 

El mensaje es mas lascerante para Fernández que para Kirchner. En todo caso, la única culpa de la vicepresidenta sería haber seleccionado mal el candidato. Pero lo mas extraño es que la conducta de Berni no tiene consecuencias. Si Cristina se sintiese ofendida, Kicillof procedería a su despido, algo que no ocurre. Lo ofendido que pueda sentirse Alberto, no parece ser de mayor trascendencia en este caso.

Sin señalarlo como alcohólico, Andrés Larroque ha sido muy contundente en sus declaraciones contra el presidente y no ha tenido problemas ni ha corrido riesgo su cargo.

Todo indica que, aunque haya "renunciado" al kirchnerismo, Berni sigue llevando mensajes de ese sector político del oficialismo, eventualmente, con la impunidad que le brinda "no ser de nadie". Y mas allá de la "analogía", la confusión presidencial no parece poder ponerse en discusión.