Los hijos de un matrimonio que se fue a pasar unos días a la playa vivieron un fin de semana que jamás olvidarán. Aprovechando el calor y el sol, se fueron hasta la casa de sus padres y al rato de llegar, comenzaron a escuchar gritos. El pedido de auxilio los sorprendió. Pensaron que venían de la casa de algún vecino. Pero no.

Eran cerca de las cuatro de la tarde. Subieron hasta la planta alta, allí, a la habitación de sus padres. Y confirmaron lo impensado, al ver que había rastros y ropas en la boca de la chimenea. Los gritos venían desde ahí. Enseguida, llamaron a la Policía.