Alfredo Malberti, el encargado de un edificio en Palermo que evitó un linchamiento, relató por Continental cómo detuvo la paliza que una turba le estaba dantdo a un ladrón. “Lo atrapé y lo protegí... si le seguían pegando lo mataban. Algunos decían: ¡‘Mátenlo, que éste mañana sale! Y otros gritaban: ‘¡No le peguen más que lo van a matar!’, recordó en La Mirada Despierta.

“Si no me le hubiese puesto encima, seguían pegándole. Hasta hubiera corrido riesgo de perder la vida. Fue impresionante cómo estaba la gente. Estaba dividida. Yo lo atrapé y lo protegí... si le seguían pegando lo mataban ”, describió.

Dos asaltantes habían querido robarle la cartera a una mujer en un bar cercano a Coronel Díaz y Charcas. Uno escapó, pero el otro fue acorralado por vecinos en la entrada de un edificio. “Yo estaba sentado en un restorán y lo alcancé pasando Coronel Díaz. Venía gente de un lado y del otro. Le sujeté una mano porque pensé que tenía algo, le trabé la otra mano y una pierna”, relató el encargado.

Un rato más tarde, se sumaron 30 personas alrededor del muchacho y enseguida empezaron a caer golpes y patadas. “Ya estaba en el piso, ya le habían pegado y varios querían seguir pegándole. Yo lo único que intenté fue protegerlo”. Ya con su rostro ensangrentado y atemorizado, el joven pedía que pararan.

“Le dije que dejara la cabeza en el piso ‘¡Que no me peguen más!’, decía él. Atiné a ayudarlo para que pudiera pararse y cubrirlo, tratando de evitar que siguieran pegándole a él y también a mí, porque volaban las patadas. Todo hasta que llegó la Policía, que habrán sido 10 o 15 minutos”, aseguró el encargado.

“Entegué el muchacho a la Policía y me retiré. Es algo que salió así, fue instintivo. Una cosa es que él haya cometido un delito, pero iba a cometerse un delito más grande. ¿Y si el pibe no era el asaltante? ¿Si salió corriendo porque se asustó? Porque no llevaba armas ni nada. Todo eso lo pienso ahora, porque quizás también me hubiera terminado sumando a los vecinos que querían matarlo ”, dijo Malberti.

“Si pegás una, dos patadas. Si pensás en seguir pegándole en la cabeza, tu intención es matar. Querían lincharlo. ‘Dejalo que lo maten’, decían algunos. Y eran vecinos comunes. Como ya les dije a muchos: entonces volvamos al Far West, un par de revólveres, arreglamos todo a los tiros y se acabó ”, opinó el encargado.