La palabra “indefinido” no la define Chávez
Por suerte el poder no es indefinido. No exageren. Porque el límite de todo humano es la muerte. Además el pueblo que vota “bien” le puede ganar al que vota mal, y puede cambiar un presidente por otro.
Durante semanas se leyó y oyó que el presidente Chávez aspiraba al poder “indefinido”.
La palabra indefinido suena como una condena a perpetuidad. Y como si en Venezuela la votación se trataba de una instancia totalitaria en la cual un dictador iría a autoproclamarse presidente de mandato ilimitado. Lo raro es que un “dictador”, si quería prolongar indefinidamente su poder, convocara a elecciones democráticas en lugar de firmar un decreto desde la cama. A qué tanta urna y exponerse a perder.
Lo que cuesta admitir es que el presidente de Venezuela fue elegido y reelegido por amplias mayorías.
Como en sus tiempos lo fueron Felipe González, Miterrand, Helmut Kolth y Margaret Tahtcher que permanecieron en el gobierno entre doce y dieciséis años. Chávez lleva diez, como aquí Carlos Menem. Y se ha probado que hay presidentes efímeros que pueden hacer un estropicio mayor que uno que dura medio siglo. Lástima de que no se puedan anular los resultados cuando el pueblo vota mal, según el juicio de quienes votan bien. El inconveniente de las elecciones es cuando los que pierden votan bien y los que ganan votan mal.
Estos deberían aprender de los del primer mundo que votan bien. Y lo confirman democráticamente los recientes cataclismos globales.
Lo cierto es que en Venezuela no se trata del poder “indefinido” de un hombre sino, en todo caso del poder que el pueblo puede otorgar a un hombre definido. Porque para continuar en el gobierno, el presidente en ejercicio de Venezuela tiene que volver a ser elegido. Es decir: confirmado al fin del ciclo establecido. No puede quedarse por sí solo. Hay otros aspirantes a pelearle democráticamente el objetivo. Entonces no hay mandato indefinido de Chávez sino mandato con la oportunidad de ser ratificado o reemplazado. Lo que no se entiende es cómo el 55 % de los venezolanos siguen resignándose a que el presidente por ellos elegido sea tratado desde muchas tribunas civilizadas como un totalitario o una caricatura. Burlarse del elegido es burlarse también de los electores.
Por suerte el poder no es indefinido. No exageren. Porque el límite de todo humano es la muerte. Además el pueblo que vota “bien” le puede ganar al que vota mal, y puede cambiar un presidente por otro.

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