En 1987, Thomas Knoll, estudiante de visión artificial de la universidad de Michigan, escribió un software para mostrar imágenes en su Mac Plus, una máquina con pantalla en escala de grises. Lo llamó Display y fue puliéndolo en los ratos libres, mientras preparaba su tesis doctoral.

El hermano menor de Thomas, John, trabajaba en Industrial Light & Magic, la empresa de George Lucas que había creado los efectos visuales para Star Wars. John vio en Display un buen comienzo para sus propios experimentos en efectos especiales computarizados. Consiguió una Mac a color y empezaron a trabajar juntos en un editor de imágenes más potente. Lo rebautizaronImagePro, pero alguien ya había registrado el nombre. Intentaron con PhotoHut, pero no anduvo. Entonces, durante una de las muchas demostraciones que organizaban para buscarle una aplicación comercial al software, alguien sugirió Photoshop, y pegó.

Lograron llamar la atención de la empresa Barneyscan y vendieron unas 200 copias de la versión 0.87 del programa con aquellos escáneres. Nada mal. El escáner más la Mac costaban 15.000 dólares, y el primer acierto del Photoshop era que con ese equipamiento podía hacer cosas que hasta entonces requerían invertir entre 1 y 3 millones de dólares en una solución industrial. Era marzo de 1989.

Al año siguiente, Adobe acordó comprar la licencia del editor de imágenes. El 19 de febrero salió la primera versión y lo que siguió fue más allá de otra aplicación multimillonaria. El Photoshop estaba destinado a alterar nuestra forma de ver y mostrar el mundo.
En poco tiempo, se volvió un estándar de la industria editorial y, antes de que pudiéramos darnos cuenta, toda imagen que se imprimía era tratada primero con el Photoshop, lo que condujo a vicios y abusos.

Las imágenes de guerra fueron retocadas para parecer más dramáticas y las modelos y celebridades se volvieron más esbeltas y perfectas, un ideal que se tornó tóxico para el resto de nosotros y definitivamente peligroso para los adolescentes. Así nacieron las leyes que imponen la leyenda La figura humana ha sido alterada digitalmente en los avisos de publicidad. Mucho antes de eso, el verbo photoshopear ya había sido incorporado al lenguaje coloquial.

Con sus claroscuros, el Photoshop es, un cuarto de siglo después, parte inevitable de nuestra cultura. Ahora, mudado a la nube de Internet como servicio online, se propone llegar a cientos de millones de usuarios. Lo logren o no, el programa de los hermanos Knoll ya es parte de la historia.