"Una vaca emite alrededor de 300 litros de metano por día, que pueden ser utilizados para poner en funcionamiento una heladera de 100 litros de capacidad a una temperatura entre 2 y 6 grados durante un día completo", explicó Ricardo Bualo, uno de los técnicos que participa del proyecto.

Los especialistas del grupo de Fisiología Animal del INTA Castelar demostraron que es posible capturar ese metano, transformarlo en biocombustible y utilizarlo para generar luz, calor, alimentar una heladera y hasta el motor de un auto. Según Bualo, el biometano purificado y comprimido puede ser utilizado para generar energía calórica, lumínica y motriz.

Además de brindar respuesta a la falta o escasez de fuente energética, esta iniciativa busca disminuir la cantidad de gases de efecto invernadero (GEI) que se emanan al ambiente.

De acuerdo con un informe de la FAO, las emisiones asociadas a las cadenas productivas de la ganadería representan 14,5% de todas las emisiones de origen humano y, entre las principales fuentes, se encuentran las producidas durante la digestión de las vacas (39%) y la descomposición del estiércol (10%).

"Como los bovinos liberan gases de efecto invernadero (GEI) a la atmósfera, proponemos una forma económica y práctica de secuestrar esas emisiones y utilizarlas como sustituto energético", afirmó el coordinador del grupo, Guillermo Berra. La energía obtenida de las vacas serviría para que, "en aquellos lugares donde no llega la convencional, los productores tengan una alternativa para cocinar, iluminar sus viviendas e, incluso, manejar sus autos", indicó el investigador.

Berra explicó que se busca “aprovechar la fermentación anaeróbica que tiene lugar en el interior del rumen para obtener energía renovable e implementar un mecanismo de reducción de esos gases”. Los investigadores de Castelar compararon la funcionalidad de un bovino con la de un biodigestor y consideraron que “ambas tienen una fermentación carente de oxígeno, aunque producen metano y dióxido de carbono en proporciones diferentes”.

En este sentido, Berra indicó que “en períodos invernales, el biodigestor necesita de energía para alcanzar temperatura óptima de fermentación, mientras que la vaca por su propio metabolismo mantiene 38,5 grados de forma continua para hacerlo. Para la captura del gas, los técnicos del INTA utilizaron un sistema de cánulas comunicadas directamente con el interior del rumen que contienen metano para llenar una bolsa plástica que, a modo de mochila, se ubica en el lomo del animal.

Según indicó el coordinador del proyecto, “la cantidad de gases recolectados varía según el alimento ingerido y el tamaño del ejemplar: una vaca adulta emite cerca de 1.200 litros por día, de los cuales entre 250 y 300 son metano”. El gas filtrado, que es enriquecido en metano, se almacena en otro contenedor y, luego, se lo somete a un método de compresión sencillo para ser incluido en garrafas.

De acuerdo con el responsable de ese proceso, Diego Mena, “se utilizó una bici-bomba, una bicicleta fija con un pistón incorporado que permite movilizar el gas y comprimirlo”. Así, este “digestor de cuatro patas” podría ofrecer una doble solución: generar energía de manera eficiente y sustentable y evitar la acumulación de GEI en la atmósfera.