Por Marcela Ojeda (Periodista de Radio Continental)
Twitter @Marcelitaojeda


Viernes. Pleno centro. El sol no da respiro. Las bocinas y el correr frenético es la postal habitual en estas fechas en la enorme ciudad. El calor es insoportable. 2 de la tarde. Momento de emprender el regreso a casa. Tengo que alejarme de esta zona. Empiezo a caminar. 5. 10. 20 cuadras. Milagrosas 20 cuadras. Llego a la zona del Congreso. Imposible conseguir un taxi. Miro las paradas de los colectivos. El 168 me acerca a mi destino. Me quedo esperando unos minutos. Llega medianamente vacío. Sonrío. Voy a ir sentada. Lo único que me importaba. Irme rapidito.
Ahí los veo. Ella extiende su brazo. El también. Ambos discapacitados. En sillas de ruedas. El colectivo se acerca a la parada, intenta en una maniobra torpe acercarse a la vereda. Imposible que la rampa baje. El enorme 168, se convierte en calabaza. "Quejense en el Ministerio. No tengo la culpa. Que quieren que haga". Se miran. Ella, Melany, supe después, fue contundente: "Claro que no es tu culpa. No te preocupes. ya vendrá otro." Mientras saca una foto del lugar donde figura el número de interno.


Estoy enojada. MUY. Quienes me conocen un poquito saben que no es lo mismo una "calentura" un "resoplido" un "revoleo de ojos" que un enojo. Ese que te sale desde el estomago.


Me acerco. Les digo que se queden tranquilos, que yo me quedo con ellos hasta que venga otra "calabaza". Y timidamente por Rivadavia llega. Misma linea. Suben pasajeros "convencionales". Le hago señas, Melany también. Baja el chofer, la rampa manual funciona, la suspensión hace lo suyo. Momento de subir. "En que ayudo y cómo", dije sin querer invadirlos. Primero fue el turno de ella. Después Ezequiel me indicó como asistirlo. Con las cintas de seguridad se aferraron en el lugar destinado a ellos, a los que tienen capacidad reducida.
"Hasta Chacarita", le digo al chofer. Camino unos pasos y me siento cerca de ellos. "Vos seguro sos de escorpio, no" me dice ella. Sonrio. 8 de Noviembre, le respondo. Tiene razón.

Melany, tiene 22 años, una enfermedad neurológica hereditaria. Vive con sus papas y hermana. Su patología es hereditaria. Estudia derecho, en la UBA, está en 2do año. "Yo estudio para que la ley se cumpla", dice contundente. A los minutos me cuenta que no trabaja, pero le gustaría. "No tengo muchas posibilidades, imaginarás."

Sobre su tratamiento fue lapidaria: "Todos los dias tengo que rogar, suplicar para que IOMA nos ayude. No pude hacer varias de las indicaciones que hubieran hecho de mi discapacidad algo mas leve. Con kinesiología mis músculos estarían mas desarrollados. Pero es tarde".

Ezequiel, esta en 4to año del secundario. Tiene espina bífida. "Repeti 3 año porque tenia que operarme, pero finalmente no se pudo. La obra social, viste ...". Tiene 19 años, y unos ojos celestes que encandilan.

Son novios, se conocieron en el carnaval, los dos viven en Colegiales. "Hoy me desperté a las 9, y a las 11 salimos de casa. Tengo que destinar unas 2 horas para prepararme y que venga Ezequiel a ayudarme".

Ante cada palabra, yo me sentía mas chiquita, mas miserable, mas mezquina. Charlamos. Solo nuestras voces se escuchaban en el colectivo, las voces y algún abanico agitándose. "Y vos a que te dedicas" me dice Melany. "Soy periodista", le cuento. Y mágicamente fue ella, con una fuerza arrolladora, intensa, quiere saber de mi, de mi familia, de donde soy, cuantos años tengo, si tengo niños. Le cuento y Ezequiel la mira, nos mira con esos ojos color cielo.

Venían de hacer un tramite en el Anses e iban a hacer otro. Los dos solitos, ellos y sus sillas.

Melany, me cuenta, se toma el 67 para ir a la facultad de Derecho, dice que tiene muy buenas notas. Debe ser buena alumna, se le nota. Abre su corazón y yo lo recibo, despojada del mundo. Solo nosotros 3.

Ella es simpatiquisima, mira a los ojos, gesticula al hablar, se arregla el cabello, se seca la transpiración. Es morocha, como yo. Mas extrovertida, mas simpatica. Nos conectamos.

El colectivo sigue su camino. "Tenemos que bajar en Salguero y Cordoba. Estamos cerca, no"?. Estamos llegando. Le paso mi telefono, y ella el suyo. Se lo anotó en una cuadernito pequeño que tenia guardado en su riñonera. Estamos contactadas, es un hecho.
"Señor cuando pueda se acerca a la vereda, que nosotros nos bajamos" le dice al chofer. Chofer que tiene que encontrar un lugar, dejar de conducir, bajar del omnibus, y desplegar la rampa.

Mientras tanto todos, o casi todos, miran sus telefonos, leen alguna revista. Otros duermen.

Melany y Ezequiel estan por terminar su viaje.

"Quedese tranquilo, usted acÉrquese lo mas que pueda y nosotros bajamos". La vereda quedó lejos. Me levanto del asiento. "Caballero, nos ayudas"?. "Señora, me da una mano". Ordené, ni un por favor me salió. ES OBLIGACIÓN. Tiene que ser algo innato. Que tanto ...
Primero ayudamos a Ezequiel, quien me indica como hacerlo. Después baja Melany.

Les doy un beso. Me mira, la miro. "Gracias" me dice. "Llamame, charlemos. Si querés algún hacemos algo para la radio, podemos ayudar ..." Quiere ayudar. Ella.

"Gracias a ustedes", fue mi despedida. Mira que te voy a llamar eh, le digo con una sonrisa.

Subo otra vez al colectivo, y les agradezco a los demás pasajeros.

Me siento en otro asiento al lado de la ventanilla. Y los veo irse. Me emocionó encontrarlos, y tener la certeza que los volveré a ver.
Hoy Melany y Ezequiel hicieron mas feliz mi dia, hicieron que haya valido la pena haber caminado todas esas cuadras ... Melany y Ezequiel, ahi siguen ... juntos, "caminando a la par". Porque en definitiva, de eso se trata, no?.