El arzobispo de Buenos Aires y primado de la Argentina, cardenal Mario Aurelio Poli, presidió por primera vez desde que fue elegido como sucesor de Jorge Bergoglio, este miércoles papa Francisco, la Misa Crismal en la que se bendijeron los óleos santos y el clero porteño renovó las promesas sacerdotales.
  
De esta manera, monseñor Poli comenzó este jueves a las 10:00 a presidir las principales celebraciones de Semana Santa en la Catedral metropolitana, junto a seis obispos auxiliares de la ciudad.
  
En una Catedral rebosante de fieles, religiosas y unos 400 sacerdotes que tiñeron de blanco el templo al estar revestidos todos con el alba, comenzó así el triduo pascual que terminará el domingo con la Pascua de Resurrección.
  
El cardenal Poli bendijo los óleos para los enfermos, los catecúmenos y el Santo Crisma (aceite perfumado) para la administración de los sacramentos durante el año y consagración de los sacerdotes. 
  
A una sola voz, los sacerdotes renovaron las promesas que efectuaron cuando fueron consagrados presbíteros y además concelebraron la misa con el cardenal.        
  
Monseñor Poli recordó al papa Francisco y señaló que "hace hoy un año nos enseñaba a que nos aventuremos en ese mar del mundo actual donde sólo vale la unción y no la función".  
  
"Es cierto, no somos funcionarios que damos pases para el cielo sino ungidos para dar a conocer las misericordias de Dios, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad", reflexionó.   
  
En la homilía, el cardenal primado de la Argentina aseguró que "los ministros ordenados podemos decir con verdad, que el amor crucificado de Nuestro Señor, por la libación de su sangre en la Cruz: ha hecho de nosotros un Reino de sacerdotes para Dios, su Padre".
  
También señaló que "las promesas sacerdotales que renovaremos confirman el camino de la espiritualidad sacerdotal que nos santifica; camino que cada uno de nosotros recorremos de manera única, personal e irrepetible, sólo conocida por Dios, que sabe lo que hay en el corazón de cada hombre".
 
Definió a la "espiritualidad sacerdotal" en el "fiel y generoso ejercicio que este oficio de amor que se nos ha confiado, donde la caridad pastoral debe predominar a cualquier otra opción".
 
"Que el ministerio sacramental que nos identifica nos encuentre siempre con las manos libres y dispuestas a ungir con los óleos de la salvación", exhortó.
  
Luego manifestó a los sacerdotes de la arquidiócesis de Buenos Aires: "Hoy recordamos que somos un sacramento y nuestra identidad más profunda, sellada por el crisma, es la de ser sacerdotes, para apacentar, santificar y enseñar las cosas de Dios a los hermanos".
  
"Volvemos a asombrarnos por la desproporción entre el don recibido en nuestra ordenación y nuestra pobre condición que lo desmerece. Pero volvemos a confiar en Aquel que nos eligió y sigue siendo nuestra pasión y entusiasmo para levantarnos todos los días con el deseo de ser lo que somos: ungidos por la gracia de Cristo", reflexionó.
  
En el inicio de la homilía recordó a los fieles que "todo cristiano es sacerdote y viene a renovar en este rito, junto a su obispo y sus presbíteros y diáconos, el don recibido en ese admirable sacramento".