Gabriela Arias Uriburu protagonizó uno de los pedidos más desesperados cuando su marido se llevó a sus hijos a la lejana Jordania. Hoy, 14 años después, recompuso su relación con él y disfruta con sus tres hijos, ya adolescentes: Zahira, Shariff, Karim. El semanario Democracia publica una carta de su puño y letra.


Gabriela Arias Uriburu experimentó, en 1997,una de las peores sensaciones que un ser humano puede vivir. Sus tres hijos, Zahira, Shariff y Karim fueron "secuestrados" por su padre, Immad que se los llevó de Guatemala a la lejana y hóstil Jordania.


Hóstil porque Gabriela no podía ver a sus hijos, ni siquiera la dejaban entrar al país donde ellos crecían, mientras su madre libraba una lucha desesperada en los medios, en la justicia y hasta escribía libros.


Hoy, catorce años después, todo se acomodó. Zahira se recibió, karim lo hará este año y a Shariff le encanta el fútbol. Nadie se lo cuenta a Gabriela, ella está allí. Arregló la relación con Immad y, nuevamente, son una familia. Una de las tantas madres corajes de está nación le contó a Democracia lo que se siente al haber ganado su lucha.


"¿Por qué se llegó hasta aquí? No pretendo describir aquí lo que han sido estos casi 14 años de camino hacia mis hijos. No obstante, la gente me ha preguntado por qué no me quedo a vivir en Jordania, por lo que haré una sintética explicación al respecto aunque esta ya ha sido relatada en mi segundo libro “Jordania, La Travesía” (Atlántida, 2005).


Esta pregunta me la han hecho en Argentina, donde cuesta que se entienda la dificultad legal musulmana para la madre en esta situación trágica familiar, donde se trasladaron tres niños sin permiso del juez del lugar donde vivían; cruzaron fronteras sin registro para que el padre pudiera entrar a Jordania, tierra donde los hijos le corresponden al padre y al Islam.


Los primeros tres meses no sabíamos dónde estaban. Luego, supimos por vía personal y diplomática que estaban en Jordania. Una importantísima jurista de la ONU me dijo: “Nunca antes te dije esto, pero entrar en Jordania es peligroso para ti por las leyes musulmanas. Si algo te sucediera, ni la comunidad internacional podría ayudarte. Si aun así decides ir a ese país, debes hacerlo con protección del Estado”.


Viajé a Jordania, gracias a la gestión enérgica del Estado argentino. Y allí comenzó el camino de Karim, Zahira y Sharif, y también el mío propio pues no se trataba de la tragedia de una madre, sino de los derechos de tres niños.


Comenzó mi travesía, para no seguir perpetrando dolor, angustia y tragedia en ellos. Fue dificilísimo debido a las barreras culturales, por lo que imponía el Islam y por la dificultosa relación con la familia jordana.


En el año 2005, después que Imad se presentó por primera vez en la Corte musulmana, comenzamos a buscar un diálogo gracias a la gestión del Dr. Carlos Romano, a cargo del caso en representación del Estado argentino; y del Juez de Jueces del Islam, Tamimi, máxima autoridad islámica en Jordania. Para ese entonces, yo era consciente que debíamos devolver a Karim, Zahira y Sharif una familia y un futuro posible de armonía. Ambos padres somos responsables de lo ocurrido a nuestros hijos e inmaduros al creer que íbamos a poder construir una familia multicultural, cuando en realidad, ninguno de los dos sabía lo que debía conocer de la cultura del otro. Tampoco hicimos un compromiso de respetar de dónde provenía cada uno, y en el caso de la existencia de hijos, preservarlos y comprometernos a darles a éstos ambas culturas y no alejarlos de sus padres bajo ninguna circunstancia.


El amor en estas tragedias es arrasado por lo ancestral, cuando uno decide llevar a cabo esta acción tremenda en los hijos y todo se convierte en un enorme desorden y desastre.

El diálogo posibilitó un acuerdo. En el acuerdo entregué la custodia de los chicos, los alimentos y cerré todas las causas por dos visitas al año a mis hijos en Jordania. Y desde allí de a poquito con mi trabajo personal y el amor incondicional y el desapego, pudimos volver todos a sentarnos en una mesa, conocer donde vivían, cocinarles, recostarme en sus camas y hacerlos dormir. Y hace dos años ellos pudieron quedarse a dormir conmigo solos toda la noche en el hotel donde paraba.

En el viaje de marzo 2010, las cosas fueron movilizándose tremendamente: viajamos todos (los cinco) por unos días fuera de Jordania, a otra tierra musulmana. Por otra parte, durante mi estadía en territorio jordano, Zahira se quedó conmigo en el departamento que Imad ofreció para hospedarme toda una semana. Al mismo tiempo, Imad me pidió que extendiera la visita para estar con los chicos, mientras él realizaba un viaje de negocios. Cada uno de estos acontecimientos, ocurrían por primera vez.

Ambos padres sabemos, y de hecho lo hemos hablado, que es hora de unir fuerzas por nuestros hijos, aún teniendo pareceres totalmente diferentes de la vida y de lo que sucedió en esta historia. Nuestros hijos nos necesitan. En lo personal, trabajé incansablemente para sentarme con Imad y respetarlo porque es el padre de mis hijos. Trabajé también incesantemente en mi interior, pues el conflicto que se manifiesta fuera es un conflicto que existe dentro de nosotros.
Poco a poco, acompañada de personas maravillosas que me dedicaron su corazón, fui sanando y no sólo para convertirme en la madre que soy hoy, sino para traer nuevamente a la vida mi ser mujer y llegar al ser humano particular y singular que todos somos.

Deseo que mi propia travesía, que mi recorrido, inspire a mis hijos para que ellos tomen sus potencias y puedan ser creadores de su propia vida: ¡Se puede! Hoy veo la historia y sé que debía vivirla, no sólo por la historia que he descubierto de mis antepasados; sino por todo lo que ha dejado en mí, en ustedes, en la Justicia, en los gobiernos, pero principalmente en mis hijos.

Por ello, deseo que vuelva a ordenarse el amor entre todos nosotros, honrando a los ancestros, honrando a padres, madres, abuelos, tatarabuelos en ambas culturas: oriente y occidente.

Regresé a Jordania en junio (2010) e Imad comenzó a organizar lo que serían nuestras primeras vacaciones en familia en tierra occidental luego de nuestra tragedia. Me quedé 20 días con los chicos en tierra jordana, mientras Imad viajaba a Guatemala. Luego de eso, los chicos y yo tomamos un avión para encontrarnos con su padre en occidente. Allí, estuvimos dos semanas de vacaciones. Cuando alguien nos decía: “¡Qué bella familia!”, Imad les respondía: “Ella es mi ex mujer, nos peleamos a matarnos; pero hoy logramos ser amigos y estamos de vacaciones en familia”.

Ese viaje fue maravilloso pues fuimos integrando energías para conocernos, recuperamos tantas cosas. Zahira, por ejemplo, decía: “Estoy haciendo shopping con mi mamá”, “estoy viendo una película con mi mamá”, “estoy durmiendo con mi mamá”, “estoy paseando con mi mamá”. En aquel viaje, además, se dio cuenta que muero por los helados, y ella también…

Viajar juntos nos trajo una enorme sanación, nos dejamos fluir sin imponer verdades, ni realidades, ni egos. Nadie aquí es más que nadie, sino que todos somos importantes. No es necesario decir quién soy, cuando uno ya es, entonces todo va ocurriendo. No obstante, asimismo hubo momentos de enojos, de retos y malas caras; pero la vida también es esa maravilla. Saber vivir con todas las energías y tomar todas ellas significa sabiduría.

Aprender a respetar los espacios y los silencios, mientras se reza interiormente para el bien y la paz de todos.

Una familia forma una constelación y en ella no debe quedar nadie fuera, sino, como reflexiona Bert Hellinger, el amor se desordena y trae mucho dolor para todos. Cuando algún miembro de la familia sale del círculo toda esa constelación no sólo llora sino que toda esa familia comienza a no saber relacionarse, y todos van perdidos y enojados por los caminos de la vida.

Restituirles la familia a los chicos fue trabajar en mi interior para que todos volvamos a estar en ese círculo; aceptándonos como somos cada uno y observando sin juicios quién es cada uno. Y en especial, en nuestra familia aceptar la particularidad de ser quienes somos.

Y comenzó la etapa en la que los chicos están viniendo a tomar de la tierra materna y en ella de toda la familia occidental que tanto ha luchado a mi lado y tanto los espera. Karim llegó a la Argentina en el invierno del año pasado.

Este año será Zahira y por qué no Sharif. Hemos restituido la familia; porque ellos son la familia. Imad será siempre su papá. Yo seré siempre su mamá.

Los hijos necesitan de ambos para crecer y tomar sus potencialidades. Ningún niño puede no estar en contacto con sus papás. Es una tragedia para los chicos cuando los padres se matan en la batalla parental sobre tenencia y alimentos. Los padres debemos preservarlos y si no pudimos debemos devolverles el territorio familiar; pues ellos son los creadores de la familia.

Karim viendo los videos que hay en Youtube sobre la historia, contestó esto, en su “duro” español, a los comentarios que se hicieron:

“Yo esta karim shaban arias y yo gusta mi madre y mi padre también y esto esta un problema grande! Por favor, no juzgar a ninguno de ellos, por favor”.

Yo estaba en Jordania, en marzo de este año, cuando vi esto y después lo felicite porque es la voz que todos deben escuchar. Es por lo que luché estos años: devolverle a mi familia salud. Estos años fueron de luchas, pero de luchas internas: agrandar mi corazón, mi egoísmo; sanar mis dolores para hallar la tierra de la paz.

Hoy Karim, Zahira y Sharif volvieron a tener su familia. En sus ojos; en sus personalidades hoy están integrándose Oriente y Occidente.

¡Seguimos caminando! Sin estructuras, sin conceptos, sin sistemas para experimentar el amor que no va por los caminos convencionales.

¡El amor nunca es secuestrable, sólo hay que ordenarlo y sanarlo por dentro para que luego se manifieste por fuera!

Cuando uno ve a alguien, ve si se relaciona por lazos o por vínculos. Los lazos son superficiales y temporales, mientras que los vínculos van por lo profundo del ser, pues implican un enorme trabajo y transformación para quienes se vinculan.

En algún momento, los hijos del mundo deben volver a estar a salvo entre los adultos. No afirmo esto por las situaciones descriptas, sino por todas las que viven niños soldados, niños trabajadores, niños abandonados, niños abusados, niños violentados por nosotros, los adultos en todo el orbe. Bendigo y agradezco la sabiduría adquirida en la lucha por mis hijos"