Dilma Rousseff tocó fondo el pasado 28 de junio. Tras semanas de intensas movilizaciones populares contra la corrupción de la clase política y la ineficiencia de los servicios públicos, pasó de ser aprobada por el 65% de la población, a serlo por apenas el 30%.

En el mismo lapso, su imagen negativa avanzó desde un despreciable 7% a un preocupante 25%.

Un mes y medio después, con las protestas apagadas, las encuestas vuelven a darle un poco de esperanza a Rousseff. La aprobación de su gestión creció 6 puntos, ubicándose en 36%, mientras que la desaprobación descendió 3 puntos y se situó en 22%, según la consultora Datafolha.

Fiel a la historia del Partido de los Trabajadores (PT), su gobierno es más valorado por los más pobres, entre quienes tiene un 41% de imagen positiva. Por el contrario, entre los más ricos, su aprobación cae a un 29%.

La encuesta arroja dos posibles causas de la modificación de la tendencia de junio. Por un lado, el fin de las manifestaciones, que ya no ocupan un lugar importante en el imaginario de los consultados. Esto se expresa en que, en su punto álgido, el 65% creía que las protestas traerían beneficios para todos, mientras que ahora lo cree el 49%.

Por otro lado, los brasileños son más optimistas frente al estado de la economía. Los que consideran que aumentará el desempleo pasaron de ser el 44% de la población, al 39%. Los que estiman que disminuirá el poder adquisitivo de los salarios cayeron del 38% al 32%. Y los que evalúan que la inflación seguirá incrementándose, del 54% al 53%.