Un enorme crucero de fabricación rusa, que años atrás solía hacer viajes de Ushuaia a la Antártida, se encuentra desde hace un mes a la deriva en el Atlántico norte, con ratas como únicos pasajeros, y sin ninguna autoridad internacional en condiciones de abordarlo.
La asociación ecologista francesa Robin des Bois alertó ayer sobre la "amenaza inminente para el medio ambiente" que constituye el carguero Lyubov Orlova, abandonado a su suerte por Canadá desde el 23 de enero pasado.

Si el barco llegara a colisionar, naufragar o tener alguna avería, "liberaría inmediatamente o a mediano plazo hidrocarburos [...] y otros líquidos técnicos tóxicos", además de otros materiales contaminantes, indicó Robin des Bois en un comunicado.

El crucero, construido en la Unión Soviética en 1976, mide 90 metros de largo, tiene capacidad para 110 pasajeros y estaba equipado para resistir los duros golpes del hielo antártico. Pero un mes atrás abandonó el puerto canadiense de Terranova con destino a República Dominicana, donde iba a ser desguazado. Fue en ese momento cuando se rompió el cable que lo unía al remolcador. Desde entonces, está a la deriva.

Las autoridades canadienses intentaron recuperarlo cuando amenazaba con chocar una plataforma petrolera, pero las condiciones meteorológicas no permitieron completar la operación de rescate. Luego, el barco entró en aguas internacionales.

Según Robin des Bois, se desconoce el paradero exacto de la nave, sin tripulación, luces ni balizas de localización, pero podría estar siguiendo "la trayectoria contraria a la que efectuó el Titanic" y dirigirse hacia Irlanda.

En esa situación, el crucero corre el peligro de chocar contra un iceberg o, debido a su mal estado de conservación, sufrir una avería y hundirse, advirtió la asociación.

En el caso de un barco a la deriva con pasajeros a bordo se podría aplicar la Convenio Internacional para la Seguridad en el Mar, pero no hay ninguna normativa para barcos vacíos.

La nave "está en una especie de vacío y de monstruosidad jurídica", dijo el vocero de la asociación ambientalista, Jacky Bonnemain.

Michel Quimbert, abogado francés especializado en derecho marítimo, estimó que, a falta de una policía internacional, correspondía a los responsables de la deriva del barco (la empresa de remolque, el país de bandera, el propietario o la compañía de seguros) hacerse cargo de la situación.

Pero no existe una autoridad que pueda obligar a los responsables a actuar, "salvo su propio interés", ya que si se produjera un accidente, podrían ser demandados judicialmente.

Pero "fuera de las aguas territoriales, es difícil" obligarlos a intervenir, señaló el abogado. "No hay policía internacional ni fondos internacionales de intervención" que puedan ser movilizados, añadió.

Sébastien Lootgieter, miembro de la Asociación Francesa de Derecho Marítimo, dijo que es el país de bandera del barco el que debe hacerse responsable en un caso como éste, pero el Lyubov Orlova tiene bandera de las lejanas islas Cook, un archipiélago en el Pacífico sur.



Agencias AFP y EFE