El presidente estadounidense, Barack Obama, habló ayer de la Argentina como un ejemplo de lo que no quiere que ocurra en su país, al alertar contra la “creciente desigualdad social”, a la que definió como el riesgo de que “unos pocos se queden con lo que es de todos”. Fue apenas una frase en un discurso de casi cincuenta minutos en los que se comprometió a una mayor acción en materia económica y social porque, dijo, las cosas no van bien en Estados Unidos.

“Hoy, nuestros niveles de desigualdad se están aproximando a los de países como la Argentina o como Jamaica”, dijo Obama, en una fuerte apelación a lo que no quiere que ocurra. Poco antes, el mandatario había descripto la desigualdad social como el conjunto de deformaciones políticas y económicas que permiten que “unos pocos se queden con lo que es de todos” y que les “quitan esperanzas y posibilidades de progreso a los que menos tienen”.

Fue sugestivo que, en esa misma intervención, el líder demócrata citó a otro argentino: el papa Francisco, por quien, semanas atrás, dijo sentirse “impresionado”. Obama, que no es católico, apeló a la figura del Pontífice y citó sus palabras en favor de una mejor distribución de la riqueza. Recordó que Francisco “habló de manera elocuente sobre la pobreza” y recordó su reflexión en el sentido de que “merezca más atención una caída de dos puntos en la Bolsa que la muerte por frío de un anciano en la calle”.