"No hay y no puede haber justificación para estos ataques contra civiles inocentes", indicó Obama a través de un comunicado emitido por la Casa Blanca.

Obama subrayó que, en este "momento delicado en Jerusalén, es sumamente importante que los líderes israelíes y palestinos, los ciudadanos de a pie cooperen juntos para rebajar las tensiones, rechazar la violencia y buscar un camino hacia la paz".

Asimismo, precisó que "las oraciones de los estadounidenses están con las víctimas y los familiares de los fallecidos y heridos en este horrendo ataque".

La policía israelí dijo que dos palestinos irrumpieron en la sinagoga de Jerusalén armados con cuchillas y una pistola y que mataron a cuatro israelíes antes de ser muertos ellos en un tiroteo con policías.

Las víctimas fueron identificadas como Mosheh Twersky, Aryeh Kupinsky y Cary William Levine, con doble nacionalidad estadounidense-israelí; y el británico-israelí Avraham Shmuel Goldberg.

Todos ellos eran rabinos que participaban en el rezo matutino de una sinagoga situada en el barrio de Har Nor, en Jerusalén oeste.

El ataque, el más sangriento en Jerusalén desde 2008, causó igualmente ocho heridos de diversa consideración.

El secretario de Estado norteamericano, John Kerry, dijo desde Londres que habló por teléfono con el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, tras el ataque y que lo denunció como un "acto de terrorismo puro y de violencia y brutalidad sin sentido".

Kerry atribuyó el ataque a llamados palestinos a "jornadas de ira" y dijo que los líderes palestinos deben poner fin a ese tipo de incitaciones y condenar este tipo de acciones "en los términos más enérgicos".

Parado a su lado, el canciller británico, Philip Hammond, también condenó la violencia.

En Washington, el FBI informó que lanzó una investigación sobre el ataque a la mezquita porque tres de los muertos eran estadounidenses.