El reciente acuerdo entre Teherán y el Grupo 5+1 encendió algunas luces de esperanza para que se reactiven las conversaciones a seis bandas entre Norcorea y Estados Unidos, Japón, Corea del Sur, Rusia y China, paralizadas en 2008.

Pero, por el momento, son sólo expresiones de buenos deseos porque Washington y sus aliados no quieren sentarse a dialogar hasta que Pyongyang muestre que quiere poner condiciones a su programa nuclear.

El acuerdo que congela por seis meses el programa iraní a cambio del levantamiento parcial de las sanciones económicas dispuestas por la ONU y Washington contra ese país, parece haber dejado atrás la época de las invasiones de Afganistán e Irak de George W. Bush, tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 contra Washington.

A pesar de la oposición de Israel y la hostilidad de sectores ultraderechistas del Congreso estadounidense, el gobierno de Barack Obama se inclinó por la diplomacia con Irán, lo que parece abrirle el camino para otras gestiones de buena voluntad en Medio Oriente y también en Norcorea, señalan algunos analistas.

Pero hay diferencias marcadas entre uno y otro: Pyongyang tiene entre seis y diez bombas atómicas, según la Federación de Cientistas estadounidenses, en tanto el plan nuclear iraní nunca ha completado el ciclo de enriquecimiento de uranio al 90% para construir una bomba atómica.

Norcorea está protegido por China que ha invertido dinero en la minería norcoreana, que es una fuente de recursos del gobierno de Kim Jong-un y otra de las razones por las que Beijing no quiere que caiga el régimen estalinista. Irán, en tanto, tiene a Rusia como su mejor aliado.

Otra diferencia es que mientras Norcorea se ha retirado del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP), Teherán permanece dentro de ese organismo.

Pyongyang ha producido ojivas nucleares con plutonio en su reactor experimental de Yongbyon, al norte de Pyongyang, en tanto el programa nuclear iraní está basado esencialmente en el enriquecimiento de uranio.

Sin embargo, en los últimos años Norcorea ha lanzado su programa de enriquecimiento de uranio y algunos analistas creen que ya construyó ojivas nucleares que pueden haber sido detonadas en su último ensayo nuclear subterráneo de febrero.

Pero más allá de este conflicto, la tensión se ha agravado en los últimos días en la península coreana con la decisión de Beijing de instaurar unilateralmente una zona de defensa aérea en el mar de china oriental, lo que provocó el rechazo de Corea del Sur y de Japón, aliados de la Casa Blanca.

Seúl y Tokio protestaron porque la zona invade parte de sus defensas aéreas, así como la islas Senkaku/Diaoyu, controladas por Japón y reclamadas por Beijing. Además el área fijada por China incluye al sumergido islote surcoreano de Ieodo.

Durante una visita realizada esta semana a la universidad Yonsei, en Seúl, el vicepresidente estadounidense, Joe Bidden, insistió en que Estados Unidos "no aceptará una Corea del Norte nuclear" y prometió defender a los aliados de Washington en la región.

Mientras la tensión crece entre Washington y Pyongyang, el Insitituto para la Ciencia y la Seguridad Internacional (ISIS, por su sigla en inglés) señaló en su sitio online que “recientes imágenes de satélites comerciales muestran que Norcorea ha incrementado su actividad en la central nuclear de Yongbyon”.

En diciembre de 2012, Norcorea lanzó un satélite (que para Washington pudo ser una prueba de misiles encubierta), realizó su tercer ensayo nuclear subterránea en febrero pasado, y un mes después amenazó con lanzar represalias militares contra Estados Unidos y Corea del Sur.

Pero la tensión ha disminuido desde entonces, si bien los militares de línea dura de Norcorea ven el reciente acuerdo entre Occidente e Irán como “un peligroso antecedente”, dice Donald Kirk, corresponsal del diario estadounidense The Christian Science Monitor en Seúl.

“Verdaderamente ven el acuerdo como un ejemplo que en su opinión Pyongyang debería evitar y defender su política dura que excluye las conversaciones para evitar la fabricación de ojivas nucleares”, señala Kirk en un artículo del 5 de diciembre.

En julio pasado, durante un encuentro en la Casa Blanca, el presidente chino, Xi Jinping y su colega estadounidense, Barack Obama, analizaron una amplia gama de temas en los que no faltó la crisis de Norcorea.

China teme que el eventual colapso del gobierno norcoreano genere una ola de refugiados en sus fronteras, o que a raíz de una crisis tropas surcoreanas o estadounidenses se acerquen al paralelo 38, línea divisoria entre las dos Coreas, establecidas al finalizar la guerra en la península entre 1950 y 1953.

Esta semana, los servicios secretos surcoreanos alertaron sobre la posibilidad de que haya sido removido de su cargo Jang Song Thaek, tío paterno del líder norcoreano Kim Jong-un y el segundo hombre más poderoso del gobierno comunista.

La última vez que se lo vio en público al tío Jang, vicepresidente de la Comisión de Defensa Nacional, fue en noviembre, durante un partido de básquetbol entre Norcorea y Japón, jugado en Pyongyang.

Como un gesto de buena voluntad hacia Washington, Norcorea deportó en las últimas horas al veterano de guerra estadounidense Cerril Newman, de 85 años, quien había sido acusado de realizar actividades hóstiles contra Norcorea.

Pero las noticias que llegan de Norcorea no son para nada alentadoras. La organización Amnnistía Internacional (AI), con sede en Londres, denunció que el gobierno comunista amplió su mayor centro de detendión para presos políticos, llamado el "Campamento 16", en el noreste del país.

Allí, según AI, alredor de 20.000 detenidos son sometidos a trabajos forzados, torturados o ejecutados.