La historia de las Jornadas Mundiales de la Juventud (JMJ) siempre estuvo ligada a la Argentina y si bien fueron creadas por el papa Juan Pablo II en 1985, fue un cardenal argentino, Eduardo Pironio, quien se las sugirió.

Además, la primera edición de estos encuentros internacionales se realizó en la Ciudad de Buenos Aires en 1987, en un histórico evento en la avenida 9 de julio que congregó a un millón de personas.

La historia de las jornadas comienza en 1984 cuando se celebra en la plaza San Pedro del Vaticano el primer Encuentro Internacional de la Juventud con el papa polaco, al que acudieron más de 300 mil jóvenes del mundo.

En esa ocasión, el pontífice entregó a los jóvenes la cruz que se transformaría en uno de los principales símbolos de la jornada.

El argentino Pironio, que entonces era presidente del Consejo Pontificio para los Laicos, sugirió la idea de organizar encuentros internacionales para acompañar la fe de los jóvenes, iniciativa que fue aceptada de inmediato por Juan Pablo II, quien finalmente anunció la institución de las JMJ que se realizaría cada 2 o 3 años en distintos países del mundo.

Con el lema "Hemos conocido y hemos creído en el amor que Dios nos tiene", la primera JMJ afuera de Roma se realizó en 1987 y la ciudad elegida fue Buenos Aires, en el marco de la histórica visita que el papa polaco hizo ese año a la Argentina, cuando una multitud estimada en un millón de personas lo acompañó en la celebración del Domingo de Ramos en la avenida 9 de julio.

Los siguientes encuentros internacionales fueron en Santiago de Compostela (España, 1989), Czestochowa (Polonia, 1991), Denver (Estados Unidos, 1993), Manila (Filipinas, 1995), París (Francia, 1997), Roma (Italia, 2000), Toronto (Canadá, 2002), Colonia (Alemania, 2005), Sidney (Australia, 2008) y el último en Madrid (España, 2011).

Uno de los símbolos más destacados de la JMJ es la cruz que va recorriendo varios países entre cada jornada, y que ya se encuentra en Brasil.

Se trata de un madero de 3,8 metros de altura, y su historia se remonta al año jubilar de 1984 cuando Juan Pablo II la entregó a los jóvenes, y desde entonces acompaña a chicos de todo el mundo en sus viajes.