La pareja quería un lugar fijo para pasar las vacaciones y la encontró por casualidad. Fue en 2010, durante la boda del príncipe Nicolás de Grecia y Tatiana Blatnik, desposados en la cercana isla de Spetses. Enamorados de la zona, Guillermo y Máxima buscaron en los catálogos de las inmobiliarias locales hasta dar con el complejo. Su antiguo propietario, el fotógrafo alemán Manfred Rieker, pedía 4,5 millones de euros. Ellos no pidieron rebaja alguna.

Rieker fue el responsable del diseño de la casa principal y consiguió unas espectaculares vistas al Mediterráneo. Rodeada de árboles y bañada por un sol generalmente esquivo en Holanda, tiene suficiente espacio para recibir a familiares y amigos sin ser molestados. Pasar el verano en privado fue precisamente la razón esgrimida por el príncipe Guillermo para justificar la compra. Eso, "y facilitar la labor de los servicios de seguridad, que no tendrán que desplazarse cada año a un enclave distinto", dijo.