Gary Herbert, gobernador del estado estadounidense de Utah, firmó ayer la polémica ley que reinstaura el uso de un pelotón de fusilamiento para ejecutar a los presos condenados a muerte en caso de que no se disponga de inyecciones letales. Los legisladores de Utah habían relegado este método de ejecución en 2004, pero lo volvieron a aprobar hace dos semanas con el apoyo de las mayorías republicanas en el Senado y en la Cámara de Representantes.

La nueva norma indica que la inyección letal sigue como método preferente, pero en caso de no tener suministros, se procederá al uso de un pelotón de fusilamiento en lugar de suspender temporalmente la ejecución, como está pasando en otros estados. Ante la dificultad del estado de conseguir el cóctel de drogas, la mayoría republicana apoyó esta ley que propone utilizar un pelotón de fusilamiento cuando no haya inyecciones letales disponibles.

Para el impulsor de la norma, el representante republicano Paul Ray, el fusilamiento es un método "más humano" que una dosis letal defectuosa. Pese a que numerosas organizaciones de derechos humanos reclaman en Estados Unidos discutir el tema de fondo: el fin de la pena de muerte, en Utah, al igual que en muchos otros estados, el debate sigue centrado sobre cuál es la manera "más humana" de ejecutar a los presos.

En 2004, Utah había prohibido las ejecuciones por pelotones de fusilamiento, aunque el último condenado que mató una línea de tiradores fue en 2010, hace poco más de cuatro años: fue el caso de Ronnie Lee Gardner, que optó voluntariamente por ese método. Las principales farmacéuticas europeas que producen los químicos que componen los cócteles letales prohibieron su venta para ejecuciones de presos, a partir de la presión de la opinión pública en sus países y en el exterior. En 2011 los estados empezaron a tener problemas con el suministro de las sustancias que se usan en las inyecciones después de que la empresa estadounidense Hospira dejó de producir el componente esencial de la mezcla.

Por su parte, Oklahoma substituyó uno de los tres químicos por uno similar producido en el país. El resultado fue devastador.
Clayton Lockett, un violador y asesino, se retorció y convulsionó atado a una silla durante más de 40 minutos hasta que su corazón finalmente dejó de latir. En un país inmerso en la búsqueda de la forma "más humana" de ejecutar a los condenados, la larga y tortuosa ejecución de Lockett conmovió a la opinión pública y forzó a estados como Oklahoma, Georgia y Florida a suspender sus ejecuciones hasta que se determine si los nuevos cócteles letales pueden ser utilizados.