Centenares de refugiados se precipitaron desesperados en la estación ferroviaria de Budapest, Hungría, para subir a los trenes que se dirigen a Alemania y Austria, después de que, por razones aún desconocidas, desaparecieran los agentes de policía que los vigilaban. Hacia las 10, hora local, una cifra aún indeterminada pero que no menor a 300 personas taponó las cabinas de expendio de pasajes para asegurarse un lugar en trenes que van hacia Europa occidental.

Muchas de esas personas, que esperan conseguir asilo en Alemania, Austria o en un país escandinavo, llevaban días congregados en los andenes y otros lugares de la estación de la capital húngara pidiendo que les dejaran seguir viaje. Poco antes, el premier húngaro, Viktor Orbán, mantuvo una conversación con la canciller alemana, Angela Merkel. 

Entre el viernes y el domingo, las autoriades magiares interceptaron a 8.792 refugiados que habían cruzado la frontera de forma ilegal, pese a que el sábado concluyó la construcción de una valla alambrada en la frontera con Serbia concebida para frenar la inmigración. La mayoría de las personas que llegan a Hungría huyendo de países en conflicto no pretenden quedarse en el país, sino llegar a las naciones germanas o escandinavas, en las que tienen familiares o conocidos radicados.

En texto contexto, también se detuvo en Hungría a 36 personas por supuesto tráfico de seres humanos. La frontera entre Hungría y Serbia es una de las más frecuentadas de toda Europa por los refugiados, que llegan de países en conflicto como Siria, Afganistán o Pakistán a través de la llamada "ruta de los Balcanes". Desde principios de 2015, más de 150.000 refugiados arribaron a Hungría huyendo de las guerras desatadas por Estados Unidos y el Estado Islámico en Cercano Oriente.