“La carrera del animal”, opera prima de Nicolás Grosso que ganó el premio a la mejor película argentina del último Bafici, llega mañana a las salas locales con la historia de un joven envuelto en una serie de intrigas que giran alrededor de una herencia no deseada, la ausencia paterna, la rivalidad con su hermano mayor y la búsqueda de su identidad en el trance hacia la adultez.
Protagonizada por Julián Tello, como Valentín, y con actuaciones de Valeria Lois, Lautaro Vilo y Gonzalo Martínez, la película cuenta cómo dos hermanos deben definir el futuro de una empresa familiar, ante la repentina ausencia de su padre y máximo directivo, enfrentándose -sin quererlo ni saber cómo- al posible cierre de la fábrica y el consecuente despido de sus empleados.

“El germen de la película tiene que ver con la ruptura de un núcleo familiar casi exclusivamente masculino, un padre y dos hermanos, y un padre que se menciona constantemente pero en ningún momento aparece”, recordó Grosso, que eligió filmar en blanco y negro para darle una atmósfera adecuada a esta suerte de policial negro con tintes fantásticos.

El cineasta, graduado en la Universidad del Cine y formado como asistente de dirección de Rodrigo Moreno y Ezequiel Acuña, añadió que “el factor del problema es una fábrica que ambos hermanos heredan sin esperarlo, sin desearlo y sin tener derecho a réplica. Se trata de un legado familiar y, como pasa muchas veces, Valentín debe hacerse cargo de ciertas cosas, más por herencia que por elección”.

Cándido, el otro heredero y hermano mayor, hará lo imposible para que Valentín padezca el traspaso, llevando con él un vínculo de hermandad dañina pero impostergable, mientras algunos de los operarios de la fábrica, que corren riesgo de perder su trabajo, los siguen, presionan y amenazan para que no cierren la fábrica.

Extraña, misteriosa, basada en la omisión y en la elipsis más que en la información explícita o en la explicación de las situaciones, “La carrera del animal” transcurre en un espacio urbano imaginario y casi fantástico que remite a “Invasión”, de Hugo Santiago, y transita el territorio estético del “film noir”, estableciendo un diálogo con películas como “Alphaville”, de Jean Luc Godard, o “El proceso”, de Orson Welles.