Ernesto Viglizzo es investigador del Conicet y del INTA. Su campo de estudio se relaciona con el cruce entre agronomía y ecología. De visita en los estudios de Continental, analizó los costos y beneficios de la práctica del proceso de producción orgánica.

Vender con certificación orgánica a Europa y otros mercados. “Hay un cierto caos en todo esto. El etiquetado orgánico es el primero que existe en el mundo y muchos países pagan más caro por esto”, explicó en La Vuelta el científico que reside en La Pampa.

El especialista explicó que “lo que tiene la agricultura orgánica es que evita el uso de agroquímico y exige el proceso de etiquetado. Es un proceso caro y por eso el costo de los productos es más alto; pero el consumidor está al tanto de que se alimenta con algo que no es nocivo para la salud o el ambiente”.

“Si uno va a Europa se encuentra con cientos de etiquetas que certifican distintos tipos de procesos. Todo surge en Alemania en el ’78, en países ricos que pueden pagar por eso”, agregó.

El nicho orgánico. “Es fundamentalmente de exportación, pero también en Argentina se consumen productos orgánicos. Sucede que es más difícil de verlos, no estoy seguro dónde van a parar”, dijo Viglizzo.

El eje de la investigación. “Lo que tratamos en INTA es de conciliar la economía con la ecología, que se llevan mal entre ellas. La idea es que a través de la economía entre la gestión ambiental”, resaltó y dijo que buscan las huellas de carbono y las huellas de agua que se gastan para crear un producto.

“Se analiza cada una de las etapas del proceso productivo hasta que llega a la góndola”, resaltó Viglizzo quien precisó que “el vino es el producto más ecológico”. En contraposición, dijo, “para producir un kilo de carne se necesitan, aproximadamente, 16 mil litros de agua”.

El glifosato. “Desgraciadamente se politizó porque el glifosato va relacionado con la soja, que es un gran negocio. En verdad es uno de los menos nocivos del mercado; el problema es la gran cantidad de soja que se siembra en el país”, remarcó.

“Hay empresas argentinas que se ocupan de certificar su producción y gestionan en organismos internacionales créditos con mejores tasas”, señaló Viglizzo.

De todos modos, concluyó, “todo es relativo. Estamos usando muchos más agroquímicos en todos estos productos que los que usábamos en la década del ’60 y hoy vivimos 20 años más”.