En su momento pegué en el poste. Pensé que Juan Manuel Abal Medina podía ser el compañero de fórmula de Cristina. Pero no estuve tan lejos. Ayer lo designó en otro lugar clave: jefe de gabinete. ¿Quién es este dirigente de perfil tan bajo que es casi un desconocido para el gran público? Para empezar, Abal Medina no es peronista.

O mejor dicho, no es un producto tradicional del Partido Justicialista aunque tiene esa impronta desde la cuna. Fue uno de los fundadores del Frente Grande y un amigo político íntimo de Chacho Alvarez. Y en ese carácter, participó como formador de cuadros de la frustrada experiencia de la Alianza.

Hoy no tiene estructura ni aparato que lo banque pese a que es un referente de La Campora, agrupación estrella que conduce el hijo de la presidenta, Máximo Kirchner. Abal Medina es un cristinista de la primera hora. Traicionó a Alberto Fernández que fue el que lo llevó al gobierno y ese gesto permitió que Néstor Kirchner lo tuviera a su lado como uno de los principales asesores. Cumple el perfil que Cristina quiere y fomenta. Es joven, tiene 43 años y un equipaje intelectual sobresaliente.
 
Licenciado en Ciencias Políticas en la UBA con medalla de oro, diploma de honor y 9,40 de promedio. Fue investigador visitante en la universidad de Georgetown y en FLACSO. Defiende el verticalismo: “La presidenta siempre va más allá de mis expectativas”, confesó. Por eso cree que un funcionario que disiente con la gestión debe irse a su casa. Esta convencido de que uno de los méritos de los Kirchner es que ejecutan, que hacen mas y dicen menos. Suele sentenciar: “el gobierno no debate ni discute”.

Abal Medina es alguien de una lealtad indestructible que no va a conspirar nunca. Esa es su gran ventaja. Porque si Cristina tendrá que enfrentar algún problema político, será sin duda la lucha por la sucesión que comenzará a más tardar dentro de dos años. Ella no tiene reelección y ya no está Néstor para sucederla como era el plan original. Esa batalla por el poder le podría generar turbulencias. Y Abal Medina está propuesto para que sea la cara de la renovación generacional, ética y estética como Cristina pretende. Quieren que sea como el Marcos Enriquez Ominami argentino.
 
También tiene genes nacionalistas católicos y estirpe revolucionaria pero no es fierrero ni militarista. “Abal Medina/ la sangre de tu hermano/ es fusil en Argentina”, le gritaban los Montoneros a su padre, Juan Manuel que se opuso a la lucha armada y era el secretario general del Movimiento Nacional Justicialista.

Aquel que era fusil, Fernando, su tío, fue fundador de Montoneros, participó del secuestro y crimen del general Aramburu y 4 meses después fue asesinado por la policía. Juan Manuel padre estuvo refugiado 6 años en la embajada de México con Héctor Cámpora y luego en la tierra azteca edificó una fortuna de contactos empresarios y políticos. Trabajó para el PRI mexicano y se especializó, dicen, en operaciones de inteligencia.

Sigue siendo un fino estratega como operador político y aseguran que es el principal lobista de Carlos Slim, el ser humano más poderoso de la tierra que tiene la friolera de 74 mil millones de dólares. Juan Manuel Abal Medina hijo ocupa un lugar central en el nuevo esquema de poder. Tiene una hermana que es hija de la ministra Nilda Garré. Es increíble que en el nuevo gabinete de Cristina, dos apellidos tan fuertes en los 70 como Abal Medina y Cámpora vuelvan a ser potentes referencias 40 años después. Ojalá reaparezca lo mejor de aquella época, es decir la pasión de construir un país mas igualitario y soberano. Ojalá se evite lo peor de esos tiempos de cólera, es decir, el infantilismo suicida de creer que el poder nace de la boca del fusil. Ojalá.