Treinta años después de la guerra de las Malvinas, el gobierno británico no tiene la menor intención de abrir el diálogo con Argentina por la soberanía de las islas. De nada servirán, advierten fuentes diplomáticas británicas, las presiones que la presidenta Cristina Fernández está llevando a cabo en los últimos meses, ni su búsqueda de apoyo en foros internacionales.

El primer ministro británico David Cameron invoca, para explicar su posición, el derecho de autodeterminación de los isleños y ha repetido que las Falkland, como se llaman las islas en el Reino Unido, seguirán siendo británicas hasta que sus 3.000 habitantes así lo deseen. La postura de Cameron cuenta con el respaldo de la opinión pública británica, si bien el contencioso no acapara la atención de los ciudadanos, más preocupados en el día a día con los recortes presupuestarios y la crisis económica.

En un reciente sondeo publicado por el diario The Guardian, el 61% de los encuestados consideraba que se deberían proteger las Malvinas “a cualquier precio, mientras sus habitantes lo quieran” y sólo el 32% estaba a favor de la negociación con Buenos Aires.

Las autoridades de Londres niegan por otra parte estar militarizando el Atlántico Sur, con un mayor despliegue de efectivos, o estar atizando la actual disputa con visitas como la que recientemente ha realizado el príncipe Guillermo a las islas, donde ha recibido instrucción durante seis semanas. El viceprimer ministro, Nick Clegg, ha calificado de “infundadas y sin base”, las acusaciones argentinas de que el Reino Unido ha enviado un submarino nuclear a la zona.

Desde el punto de vista del gobierno de coalición, es Argentina la que está tratando de aumentar la tensión con este tipo de acusaciones, con el llamamiento a boicotear los productos británicos y con el bloqueo de barcos con bandera malvinense a sus puertos y a los de otros países del Mercosur. Un bloqueo que, al parecer, estaría reforzando el sentimiento antiargentino en las islas. El inicio de la explotación comercial del petróleo, previsto para el 2016, hace presagiar en Londres que las actuales tensiones continuarán.