Maximiliano Campos Ríos es Licenciado en Ciencia Política de la UBA y Magister en Administración y Políticas Públicas de la Universidad de San Andrés (UdeSA), realizó estudios de posgrado en la Universidad de Delaware (Beca Fulbright) y en la Universidad de Georgetown, ambas en Estados Unidos.

Es Profesor e Investigador en varias universidades de Argentina y de América Latina. En su paso por la gestión pública fue titular de la “Escuela Superior de Gobierno”, la “Escuela de Alta Dirección Pública” y la Dirección de Investigaciones del INAP. Actualmente es consultor de organismos internacionales para temas de modernización del Estado, servicio civil, procesos administrativos, e innovación pública.

-Hemos leído columnas tuyas, donde realizás un análisis sobre la necesidad de que el Estado argentino se adapte al siglo XXI , ¿a qué hacés referencia?

-Bueno, lo cierto es que la revolución tecnológica es un proceso en marcha en todos los ámbitos de la vida cotidiana, y ante este nuevo escenario, las instituciones y organizaciones públicas están en riesgo si no son capaces de generar un nuevo valor para sus contribuciones. Un ejemplo de esto es que hoy, año 2021, en hacer trámites en Argentina es una carrera de obstáculos, y esto es así tanto en la administración pública, como en las empresas que prestan servicios públicos.

Es una pesadilla hacer trámites en la argentina, basta con sólo intentar darse de baja de un servicio, solicitar una documentación, o tramitar algún permiso y ahí comienza la odisea.

-Es muy común y más durante la pandemia, que el ciudadano común se encuentre absolutamente desprotegido y a merced de las empresas de servicios. ¿Cómo modificar esta realidad?

-Allí en donde existe un “gestor” es donde el Estado falla. En un mundo “ideal” los trámites, y en especial todos los relacionados con los servicios y necesidades básicas, deberían ser intuitivos, (cualquiera, no importa el nivel educativo alcanzado debería poder comprenderlos y llevarlos adelante por sí mismo), además tienen que ser rápidos, (Por ej.: no se puede estar años para que una empresa vuelva a conectar el gas si realizaste todas las adecuaciones de seguridad solicitadas) y sobre todo, tienen que ser, salvo excepciones como trámites express, gratuitos.

-¿Cómo mejorar el funcionamiento de la administración pública?

-Percibida tan deficiente en nuestro país Los desafíos que el S. XXI le depara a la administración pública no pueden enfrentarse con un modelo conceptual propio del S. XX. Hay una publicación del BID que se llama el “Fin del trámite eterno” (Roseth et al. 2018) que cuenta que un ciudadano promedio de América Latina hace cerca de cinco trámites al año.

Los trámites tienen como función básica: conectar a las personas y a las empresas con el Estado. Cuando hay un trámite que tiene “costos de transacción”, ya sea dinero, tiempo, o intermediarios, a quienes más afecta es a las personas de bajos recursos.

Y en un país con los índices de pobreza actuales, es totalmente ilógico que haya trámites que se cobren, y ni hablar de todo lo que rodea la experiencia del usuario (ciudadano) respecto a los servicios que el Estado presta en primera o tercera persona (tercerizando). Recordemos el caso de la AFIP, que hasta hace un tiempo tenías que ingresar a través de una versión específica de Internet Explorer, sino no era compatible para navegar, o ahora, que todos los principios de mes para facturar o para presentar una DDJJ, los servidores se caen constantemente.

-¿Cuál es el costo de tener un Estado ineficiente en relación a la competitividad y el desarrollo económico?

-¡Altísimo!, la competitividad a nivel mundial la mide hace más de 40 años el Foro Económico Mundial (WEF), a través de un conjunto de 12 indicadores entre los que se encuentran, entre otros, las instituciones estatales, la estabilidad macroeconómica, y el capital humano. En el último informe publicado por el WEF en 2019, Argentina quedó en la posición Nº 83 sobre 141 países, es decir, un equipo de mitad de tabla para abajo, de esos que están más cerca de perder la categoría antes que de pelear por ingresar a un torneo internacional.

El país latinoamericano más competitivo es Chile (puesto 33), seguido de México (48), Uruguay (54), Colombia (57), Costa Rica (62).

-Y en ese Ránking ¿cómo estamos regionalmente? ¿En dónde nos va peor y en dónde nos va mejor?

Argentina ni siquiera figura entre los primeros 5 países de la región. Por otro lado, como bien señalamos antes, la posición Nº 83 es en realidad un promedio entre los 12 indicadores.

Ahí nos encontramos con evidencia abrumadora en donde fallamos como sociedad, dado que el pilar Nº 1 (instituciones) pone a la Argentina en el puesto Nº 88, mientras que el pilar Nº 6 (capital humano) pone a nuestro país en la posición Nº 31.

Es decir, tenemos la paradoja de tener una de las fuerzas de trabajo más capacitadas del mundo, con un Estado absolutamente disfuncional, y a eso se le agrega una de las macroeconomías más inestables del planeta (puesto Nº 139 sobre 141 países).

-¿Crees que esto pueda solucionarse?

-Hay muchísimos pasos a seguir, pero creo que una de las políticas fundamentales es la de fortalecer y sostener con recursos materiales (inversión en infraestructura) y humanos (funcionarios públicos capacitados) el rol del Estado.

Para lo primero es fundamental modernizar el Estado, sus sistemas, sus estructuras, y mejorar la inversión en fibra óptica en todo el país. Para lo segundo me preocupa el problema del “relevo generacional”.

La década del 2020 es la primera en la historia en la que podrán coincidir hasta 5 generaciones extremadamente diferentes en el seno del Estado: Los “baby boomers”, la generación “X”, la generación “Y” (millennials), y la generación “Z” (centennials). Ello implica no sólo diversidad de visiones, sino también distintas necesidades, expectativas, y modelos de formación.

El desafío es que puedan integrarse y aprovechar las diferencias para el enriquecimiento de las organizaciones públicas. Es absolutamente indispensable que el Estado argentino deje de vivir en la exacerbación del presente, subordinando el largo plazo al corto plazo, y tapando todo con “parches”.

El Estado no es el problema de un solo gobierno. La política tiene que abrirse a la colaboración de la sociedad, de las universidades, especialistas y empresas. Queda muchísimo trabajo por hacer, este es un tema para saltar la “grieta”.