Para al virus para evitar una crisis sanitaria como la que viven Chile y Brasil, pero sin detener la economía, porque el Estado se quedó sin resto para asistir a mas personas, y porque se vienen las elecciones en cinco meses.

Claramente el gobierno no tiene la fórmula mágica como no la tiene ningún otro gobierno, así que hace equilibrio. Lanza medidas "gradualistas" (¿le suena?) para evitar dictar un confinamiento que dañe su imagen, como las que ayer anunciaron el Jefe de Gabinete, Santiago Cafiero y la ministra de Salud, Carla Vizzotti.

En realidad fue una medida, que tampoco fue tal. El Ejecutivo exceptuó de presencialidad a los empleados públicos por tres días. Pero desde marzo del año pasado los empleados públicos no trabajan de modo presencial. Cualquiera que haya caminado en este período por la zona de Plaza de Mayo lo ve, no hay nadie. 

Las dotaciones públicas se rotan en el mejor de los casos, pero quienes desarrollan trabajo presencial en el Estado, en el mejor de los casos, no alcanzan a un cuarto de las personas que antes asistían a cumplir horario en las oficianas públicas.

La otra "medida" fue pedir a la gente que extrem cuidados en Semana Santa. Además, se mencionó que si el índice de infectados alcanza el 1.20, quedan habilitados los gobernadores a ordenar la restricción de salidas nocturnas, o toque de queda.

Los especialistas y el Presidente, creen que el sistema funcionó bien en la Costa Atlántica durante el verano y que podría replicarse. Al menos, durante una franja horaria se limitarían los contagios y, salvo por los locales de esparcimiento nocturnos, la economía no se pararía como ocurrió el año pasado.

Hay quienes, en el gobierno, pugnan por el toque de queda hoy, como el único modo de intentar contener la avanzada de un virus, que con todas sus mutaciones, no deja margen a que atenerse.