Pasaron seis meses, medio año, sin Diego. Con el alma anestesiada y la resignación como emblema de un país que de tantos padeceres, ya agacha la cabeza y no siente. Nos han pasado muchas cosas, muchas desilusiones, muchos dolores, mucho castigo, mucha impunidad, el cóctel ideal para un pueblo acostumbrado a los golpes.

Diego se murió hace seis meses, seguramente por su propios errores, por esa tendencia a lastimarse a sí mismo que alguna vez adquirió y nunca detuvo. Pero también por una banda de mediocres que lo abandonó a su suerte, tal vez, buscando este desenlace.

Las revelaciones del expediente que investiga su deceso no solamente son impactantes, también son dolorosas e indignantes. Las burlas y el desprecio tanto de su propio médico o su propia psiquiatra, como de los abogados que se hicieron del control de su vida, su muerte y especialmente sus bienes, generan algo similar al odio.

Ninguno de esos ridículos burlones, tendrá jamás un solo renglón en nuestra historia. Salvo, alguno de ellos, en la lista de los peores delincuentes. ¿Como esa gente llegó a rodear a Diego? Dificil de entender, seguramente el daño que el propio Diego le hizo a su cabeza facilitó que es banda lo controlase.

El médico, de trajecito y con carita de bueno, come en la mesa mas famosa de la televisión argentina, se lo recibe como a cualquier invitado, pone cara de carnero degollado, pide disculpas por algún audio que dice está "sacado de contexto", es un star televisivo, como le dijo uno de los mencionados abogados en otro audio: "¿que mas queres? Estás en la tapa de Clarín". Y sí, lo consiguió a costa de la vida de Diego, también comió con Juana Viale.

Vivimos en un lugar donde cualquier delincuente es un star. Incluso uno de los que colaboró a que perdamos a nuestro más preciado símbolo. Y así dejamos transcurrir, víctimas de la anestesia que nos han sido suministrando a los largo de los años. Perdón Diego, feliz día de la Patria.