El reemplazo de Marcela Losardo viene lento. La ex ministra sigue cumpliendo sus funciones como si lo siguiese siendo, incluso cuando el presidente anunció su renuncia, manifestando que estaba “agobiada”. La razón es sencilla: la disputa por el cargo entre los diversos sectores que integran la coalición de gobierno, estalla de intensidad.

Es que el cargo es clave para la vicepresidenta Cristina Fernández, si busca avanzar a toda velocidad en la reforma judicial, y también lo es para Alberto Fernández, si lo que quiere es mostrar moderación y algún dato que invite a pensar que no le manejan el gobierno.

Una de las posibilidades es blanquear a Juan Martín Menna. Es el viceministro y según dicen en los pasillos del edificio de la calle Sarmiento, el ministro de hecho. Con Losardo o con su sucesor o sucesora va a seguir siéndolo, con lo cual, designarlo por la renunciada podría ser innecesario, aunque constituiría un gesto letal de Cristina, relacionado con su poder y lo que esta dispuesta a hacer con él.

Sin embargo, hay un nombre que conformaría a ambas partes: Marisa Herrera tiene la mayor parte de las fichas que se reparten. El kirchnerismo le reconoce pertenencia y el albertismo capacidad técnica.

Herrera tiene interesantes antecedentes. Integró la comisión de reforma del Código Civil y Comercial de la Nación con un intenso protagonismo. Es intensa Herrera, habla y mucho, debate con fiereza, trabaja incansablemente.

Últimamente, forma parte de la “Comisión Beraldi” que el presidente designó para acercarle proyectos de modificación de la Justicia en general y de la Corte Suprema en particular.

Herrera tiene sus dudas, dicen en su entorno. No quiere ser una ministra sin ministerio como lo fue Losardo. Si bien tiene buena relación con Menna, parece haber ciertas dudas sobre su “prolijidad” para llevar a cabo las líneas estratégicas de la vicepresidenta. La secretaría de derechos humanos está en manos de Horacio Pietragalla y mientras esté, es autónomo de cualquier ministro. La cartera no tiene muchos mas espacios de poder y en esas condiciones, la gestión queda comprometida.

Incluso así, Herrera es la candidata número uno, porque si Cristina y Alberto coinciden en un nombre, va a ser difícil que Herrera no ceda.

Por Horacio Minotti